El alcalde Saponi ya está bueno y la ciudad feliz respira aliviada porque a don José María se le votará o no se le votará, pero se le quiere, aunque sólo sea un poquito. Es verdad que pronunciando discursos es un peñazo de aúpa y hasta sus partidarios se hacen cruces cuando le toca el turno oratorio. ¿Pero y en las distancias cortas? Ahí no le gana nadie.

Saponi llega al barrio de San Francisco en campaña electoral y el mitin es un rollo de no te menees, pero él lo sabe y acaba pronto para mezclarse con el público y seducir a esta madre, reconociendo facciones del abuelo Burgos en su hijo, o a aquella señora, preguntándole si ya tiene preparadas las palomas para soltarlas cuando vuelva a pasar la Virgen por Mira al Río.

Modesto pisito

El día de Nochebuena, EL PERIODICO EXTREMADURA publicaba una entrevista sentimental con Saponi y en dos páginas se resumían las claves de su conexión con las esencias inmutables de la ciudad feliz . Para empezar, el espacio físico: su modesto pisito de clase media en la avenida de la Montaña con vistas a la plaza de Colón. Porque Saponi ni ha cambiado de piso ni ha cambiado de coche y eso se valora.

Segundo detalle: desayuna galletas con mermelada. ¿Puede haber algo menos sofisticado que unas galletas con mermelada? Uno imagina unas María Fontaneda con confitura de ciruela y le vienen a la cabeza el abuelo paterno, aquella tía carnal que vivía por la Berrocala o su propia madre ante un café con leche en las mañanas invernales de Antonio Hurtado.

En la emotiva entrevista, Saponi menta a Dios dos veces y se pone en tres ocasiones en sus manos: "Si Dios quiere... Si me da fuerzas... Si me lo permite...". Pero para que ese Dios dadivoso no encuentre al alcalde desamparado, don José María anuncia que ya ha subido a la Virgen de la Montaña en coche y pronto ascenderá andando.

Tras dibujar la iconografía celestial de lo cacereño, Saponi desciende a la mitología terrenal y expresa su deseo de asistir a los partidos del Cáceres de baloncesto y del Cacereño, al que llega a comparar con el Real Madrid, cerrando así el imaginario popular de la ciudad feliz .

Para acabar, el alcalde se refiere hasta en cuatro ocasiones con buenas palabras a sus contrincantes políticos, algo que gusta mucho en Cáceres, donde las crispaciones siempre han parecido de muy mal gusto.

Y no escapa tampoco a la muy cacereña costumbre de agradecer a médicos, enfermeras y celadores sus atenciones en el hospital, algo que no se suele hacer con otros colectivos de empleados públicos, aunque también cumplan con su deber. En fin, un cacereño de toda la vida que ya está bueno, en forma y, aseguran las señoras, ha vuelto más delgado y más guapo de la operación.