"Son ciudadanos adultos, respetables, de buena presencia. No te los imaginas agachándose en un parque en medio de la ciudad para robar una planta, esconderla en una bolsa de plástico, sembrarla en su parcela y ahorrarse 20 euros, pero lo hacen". Miguel Durán, responsable del Servicio Municipal de Parques y Jardines, conoce de primera mano estos casos de pillaje, más bien robos del patrimonio público en toda regla.

Hace poco intentó sembrar dos jardines con plantas más caras de lo habitual --rododendros, hortensias...--, de 30 a 40 euros cada una, para embellecer la zona de Colón y el jardín frente al antiguo Requeté. Sólo duraron 24 horas. Incluso las clavaron con hierros, y aún así se las llevaron. "En Colón las repusimos tres veces, y tres veces desaparecieron". Lo curioso es que los jardineros, que nunca olvidan una planta, las han reconocido en parcelas particulares de personas intachables. "El seto del Rodeo se lo llevaron por metros. Esta es la razón de que no podamos sembrar plantas caras y de que a veces haya jardines que parecen descuidados", indica Miguel Durán.

Daños por goteo

El vandalismo, según explica, está bastante generalizado. "Hay dos tipos: el consciente, es decir, el gamberro que daña un árbol, y el inconsciente, o lo que es lo mismo, el niño que pisotea el césped bajo la mirada de sus padres, un hecho que se puede ver cada tarde". Las pérdidas se elevan a 12.000 euros por año.

Existe otro destrozo en aumento. Los perros que son soltados por sus dueños en los parques se sienten fácilmente atraídos por los tubos que llevan el riego por goteo a los árboles, y los muerden hasta que quedan inservibles. Pero hay casos peores: algunos propietarios llegan a rajar los tubos para dar agua a sus animales, cortando el suministro definitivamente a las plantas. "En el parque del Príncipe hemos tenido que sustituir más de 100 metros", señala Miguel Durán, que está experimentando con un nuevo riego subterráneo para evitar éstas y otras agresiones. Si resulta efectivo, se aplicará en todos los parques.