Observando los cambios que está experimentando la institución familiar, no faltan profetas de calamidades que anuncian su hundimiento. Y, sin embargo, las encuestas y la misma vida diaria nos dicen que es lo que más valoramos. Muy por encima de las iglesias, los partidos o el Estado, por ejemplo. También en este caso echamos mano de la palabra "crisis". Y es que, no sin dolor, se desvanece un "tipo de familia", mientras surgen otros modelos diferentes, muy distintos a la familia tradicional.

Bertolt Brecht decía que se produce una crisis "cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer". Es obvio que las clásicas funciones sociales de la familia van quedando cada vez más reducidas. Hoy, la enseñanza, la cultura, el trabajo, las diversiones, etc. se desarrollan fuera del ámbito familiar.

El individuo, para desarrollarse como persona, pronto empieza a buscar apoyos y referencias éticas fuera de su propio hogar. Esto hace que lo específico de la familia se vaya reduciendo al mínimo y que, a veces, los progenitores desarrollen su papel con no poco desconcierto.

Habrá que ir buscando un modo de vida en el que la familia potencie aquello que le es peculiar, como núcleo afectivo difícilmente comparable con otros grupos en los que nos desenvolvemos. En este sentido, hoy vemos que muchas personas azotadas por la crisis económica, están encontrando el principal apoyo en su propia familia de origen.

XDENTRO DE ESTEx contexto uno de los modelos que se proponen es "la familia, comunidad de amor", de fuertes resonancias en la fe cristiana. Supone entenderla como una unidad de convivencia donde todos son corresponsables, escuela de formación de la libertad, el diálogo y la responsabilidad de sus miembros, abierta y comprometida con los problemas que trascienden el propio hogar y, por ello, también una escuela de solidaridad.