Retratar el espíritu de Cáceres. Ese fue el encargo que recibió el fotógrafo belga Sebastian Schutyser hace dos años. Vivió en la ciudad tres meses en diferentes épocas del año, asistió a sus fiestas populares, recorrió palmo a palmo sus calles en las mejores horas de luz y, foto a foto, encerró en su cámara el alma cacereña para dejarla después al descubierto en el cuarto libro de El espíritu de las ciudades europeas . Antes ya había hecho lo mismo con Brujas (Bélgica).

En un español aceptable, Sebastian Schutyser se hacía entender por teléfono desde Bélgica el jueves, con las maletas listas para salir al día siguiente a España, donde tiene previsto fotografiar las iglesias románicas del norte antes de viajar a Uganda para otro reportaje en las montañas Rwezori.

--El trabajo por el que más se le conoce, su serie de las mezquitas de adobe de Mali, parece muy diferente al de Cáceres y Brujas.

--El de Brujas y Cáceres fue un encargo para el libro y el trabajo en Mali salió de mi propia iniciativa. El punto de inicio es muy diferente, por lo que el trabajo sobre las mezquitas es más personal. El de Brujas y Cáceres es más general porque es el retrato de una ciudad, no sólo sobre arquitectura, sino que intenta captar el alma de la misma, su espíritu. Es diferente. Pero Mali y Cáceres tienen puntos en común, como la arquitectura de adobe. Fue una de las cosas que más me sorprendió cuando llegué. Es muy espectacular, si se piensa que se construyó hace siglos.

--¿Fue difícil captar en imágenes ese espíritu?

--Para mí, fotografiar siempre es sencillo, pero la dificultad de Cáceres fue encontrarme con la enorme diferencia entre lo antiguo y lo moderno. El libro busca mostrar la ciudad en toda su fuerza tradicional e histórica, pero también con una mirada a la modernidad. Captar eso fue muy difícil al principio.

--¿Por qué?

--En una primera mirada, el Cáceres moderno es muy feo y el contraste con la ciudad antigua es muy violento. Pero si pasas más tiempo, como yo, empiezas a encontrar cosas modernas que son interesantes, como algunos edificios de la universidad, la arquitectura industrial de Aldea Moret o las casas del siglo XIX de la avenida de España. Eso también es Cáceres, es su riqueza y hay que cuidarla, porque si se destruye se rompe la conexión entre la modernidad y la historia. Pero la primera confrontación es un shock , hasta que empiezas a conocer más y descubres que Cáceres es más que la ciudad monumental.

--¿Qué recuerdos guarda de sus meses de estancia?

--Muchos. No hubo experiencias malas y sí muchas muy buenas, como una noche en la ciudad monumental desierta, con la luna llena. Fue algo mágico, increíble, estar solo en este lugar. Otro momento bonito fue cuando visité Los Barruecos o descubrí el Aljibe. Pero sobre todo, la gente que encontré y las amistades que hice.

--¿Cuál es su valoración de Cáceres como ciudad?

--Es una ciudad con muchos contrastes, en la luz, en su arquitectura... Lo que me pareció muy extraño es que la parte antigua es la más bonita, pero no tiene vida y la parte moderna es a veces muy fea, desde el punto de vista arquitectónico, pero hay un gran ambiente.

--¿Cree que está preparada para ser capital cultural europea en el 2016?

--Si está preparada no lo sé, eso habría que preguntárselo al alcalde (risas), pero sí tiene la potencialidad y la capacidad para serlo. Espero que el trabajo que yo he hecho pueda ayudar a ello.

--¿Y qué espíritu es el que reflejan sus imágenes?

--La respuesta hay que verla en mis fotografías, en el trabajo que he hecho con mucho amor. Las palabras no valen.

--¿Cuál cree que es su mejor imagen de la ciudad, la que resume su esencia?

--Es imposible elegir una porque no he hecho un reportaje rápido sobre ella. He hecho un trabajo que en su totalidad da una impresión de cómo es ese lugar, qué espíritu tiene y no se puede resumir en una foto. Las distintas imágenes se mezclan, hay una interacción entre ellas. Para mí, todas son esenciales y todas juntas conjugan la esencia de la ciudad.

--¿Qué es para usted la fotografía?

--Es un proceso químico para captar una imagen de luz.

--¿Así, sin más, nada de sentimientos, significado vital...?

--Sí, pero para contestar hay que mirar las fotos.

--¿No habla de fotografía?

--A algunos fotógrafos les encanta, pero yo creo que lo esencial es la imagen, si lo explicas demasiado de palabra no vas a mirar bien, tienes que mirar con ojo y espíritu abiertos. Yo no quiero condicionar al espectador con palabras, prefiero que él se haga su opinión.

--¿Qué fotógrafos admira?

--Sin duda, a Feydou Keita, muerto hace tres años en Mali. Fue el gran representante de la fotografía africana.

--¿De dónde nace esa atracción por Mali?

--Lo primero que conocí de Mali fue su música, luego hice mi trabajo de fin de estudio allí. Retrataba a gentes mientras viajaba de Tombuctú hasta la capital del país en bicicleta y descubrí su arquitectura y la obra de Keita. Siempre una cosa es el inicio de otra. Entre 1996 y 2002 he vuelto siete u ocho veces. Lo que más me gusta es su riqueza cultural, muy resistente a la modernidad occidental, que ha destruido demasiado en Africa.