Hace algunos años tuve un alumno más enfrascado en los estudios paranormales que en los académicos con el que mantuve sabrosas conversaciones en horas extraescolares. Pertenecía a un grupito de investigadores que, entre otras cosas, publicitaban las condiciones adivinatorias de la mirada de una chiquilla también alumna del centro.

Pero mi amigo estaba interesado principalmente por las propiedades y secretos de las pirámides. Según sus estudios, las pirámides son en realidad máquinas productoras de energía, pues, aunque cueste creerlo, los egipcios formaron una sociedad muy avanzada que disponía de maquinarias muy sofisticadas para cuyo funcionamiento necesitaban grandes cantidades de energía que sacaban de las pirámides.

Un científico, cuyo nombre lamento no recordar, había demostrado que la pirámide de Saqqara era en realidad una máquina cuántica y la de Giza una planta química productora de enormes cantidades de energía. Naturalmente, de acuerdo con los presupuestos de las ciencias ocultas, no existe aparato alguno que sea capaz de medir esta energía pero los efectos están ahí y demuestran la existencia de la energía piramidal.

Además estos cuerpos geométricos transmiten a los seres humanos energías varias que mejoran su vida, razón por la cual en Cuba proliferan en los centros sanitarios. ¿Qué le parecería a usted si, víctima de una enfermedad, en lugar de hacerle un TAC o una resonancia o ponerle un gotero le colocan una pirámide en la mesilla?.

También ayudan a concentrarse en los estudios. El, fiel creyente de tales augurios, ponía una pirámide que había comprado en Madrid debajo de su mesa de estudio y obtenía excelentes resultados. Ante tales prodigios no pude por menos de apostillar: "Habrás aprobado todas las asignaturas esta evaluación". Tardó un rato en contestarme: "Solamente me ha quedado Francés". A lo que, demostrando mi adhesión a las ciencias ocultas, le contesté: "Eso te pasa por haber comprado la pirámide en Madrid. La próxima cómprala en París".