Cuando leáis esta columna estaremos ya en el lunes de la Semana Santa, los acontecimientos se van a precipitar de forma desbordante, y si no estamos preparados muchas cosas van a pasar desapercibidas. Por eso viene muy bien la preparación durante cuarenta días, porque es tanto y tan profundo el significado, que posiblemente no lleguemos a todo. Lo que sí es definitivo es que todo termina, o mejor, todo comienza en la Vigilia del Sábado Santo.

Muchos son los que esperan estos días porque su temperatura religiosa se dispara, lo importante es que esto no sea una traca pasajera y fugaz, sino que sea fruto de la reflexión interior, y que esos sentimientos tengan después su continuidad hasta que de nuevo volvamos a revivirlos. Desde el domingo de Ramos, cualquier frase, cualquier suceso, cualquier paso, es capaz de llenar momentos largos de contemplación, o de meditación. Momentos que tocan la fibra del creyente cristiano.

Personajes, «personajillos», lugares, ciudades, caminos, montes, clavos, aldeas, imágenes, todo va a pasar delante de nuestra mente y tendremos una nueva oportunidad de detenernos en lo que más nos interesa o descubrir algo que hasta ahora había pasado desapercibido. Nada importa que campañas publicitarias nos quieran presentar esta semana, como «un verano en pequeño», ofreciéndonos lo mismo que en la meses de julio o agosto. Bueno si importa, porque eso hará que muchos se despisten, no se centren en lo principal, y solamente observen admirados la belleza de las tallas y el entusiasmo de todos los que participan en la organización de los eventos.

Otros, los menos, deciden retirarse a lugares más solitarios, conventos, oratorios, casas de reflexión, y desde ahí vivir las celebraciones de los días señalados en un ambiente mucho más apropiado. Estos sitios favorecen el encuentro personal con el protagonista de todo el relato, y propician asumir opciones que después influirán en sus vidas a lo largo de todo el año.

Si eres creyente, lo que realmente importa es la predisposición de cada uno ante lo que vamos a celebrar. ¿Cómo es la tuya? ¿Cómo siempre?, o ¿este año estás decidido a que sea otra cosa? No dejes que la rutina anule tus buenos propósitos. Y si no lo eres, que esta semana sea también provechosa para lo que son los proyectos personales de cada uno, por eso es una semana… santa.