Encontré a la señora Trini en la pescadería. Hoy no ha dicho nada de lo buena que le queda la dorada a la espalda ni del esguince de su Andresín, que ya va para 15 días. Está muy preocupada con la guerra. No entiende de petróleo, ni de reconstrucciones, ni de consejos de seguridad y como su fuerte no son los números le da lo mismo la resolución 1.441 que la 726. La señora Trini está preocupada con la guerra como se preocupan las madres y las esposas con las guerras. Porque la señora Trini, y millones de mujeres como ella que no entienden de daños colaterales, sabe que en una guerra mueren hijos que tienen madres como ella; esposos que tienen esposas como ella; mujeres que son madres y esposas como ella. Por eso cuando se manifiesta contra la guerra no hace política, hace de madre.

Le gustaría que en el mundo no existieran dictadores que nadan en la abundancia mientras su pueblo muere de hambre y piensa que si los poderosos se ponen de acuerdo pueden acabar con ellos sin causar daño a los demás. Porque la señora Trini no estaría dispuesta a dar la vida de su hijo para acabar con ningún Sadam, ni a quedarse viuda a cambio de unos galones de gasolina. Y su vida no puede entregarla a cambio de nada porque de ella dependen muchas personas, adultos y niños. La señora Trini no entiende de política, pero dice no a la guerra. Porque la guerra no es política, es lo que queda cuando fracasa la política. Porque si mueren su hijo o su esposo, durante el desfile de la victoria no sentirá alegría sino una inmensa pena y los soldados no desfilarán sobre los pétalos de rosas que ella arroje sino sobre sus lágrimas y su soledad. La señora Trini tiene muy buenos sentimientos y mucho sentido común. Por eso será siempre una madre y nunca será presidenta de gobierno.