Los catalanes tenían seny , o sea, sabían estar, hasta que se tensó la política autonómica y se les acabó el seny . En Cataluña presumían de ser más comedidos y elegantes que en Madrid, pero con los jaleos del tripartito se han revelado tan navajeros y filibusteros como en la Corte. Quizás guarden más las formas, pero el final de las mayorías estables ha sido también el final del mito del seny .

En la ciudad feliz también presumimos de tener seny , aunque aquí lo llamamos formalidad. Un cacereño de pro es una persona formal, que no da que hablar, que se comporta siempre con clase y que, de puertas afuera, no protagoniza escándalos, rifirrafes desagradables ni polémicas excesivas. El cacereño fetén es como las Evax : procura no hacerse notar, procura moverse lo justo y procura no traspasar ciertos límites.

Y este que no se note, que no se mueva, que no traspase es la esencia del seny cacereño y el hecho diferencial que distancia de Badajoz, donde, según el imaginario de la ciudad feliz , lo que se valora es la nota, el movimiento y la exageración.

Habla Goytisolo

Un ejemplo de la formalidad como divisa de la ciudad feliz se pudo observar el pasado siete de septiembre en el complejo cultural San Francisco. Se entregaban los premios Extremadura a la Creación y le tocó al escritor Juan Goytisolo hablar en nombre de los premiados.

Hizo un discurso coherente con su trayectoria de hombre independiente hasta la médula y de izquierdas hasta el tuétano. Un discurso brillante, nada contemporizador y rojo carmesí.

Acabó Goytisolo su pieza maestra de oratoria y le tocó el turno al alcalde Saponi. Hablar después del autor de Señas de identidad es un empeño en el que pocos se quisieran ver metidos. El público así lo entendió y en el patio de butacas hubo un murmullo atronador en el que casi todo el mundo comentaba lo mismo a su vecino de asiento: "Madre mía, qué papeleta".

Pero el alcalde no se descompuso. Usó el coloquial empiece en lugar de comienzo, llamó Goytosolo a Goytisolo y navegó entre lugares comunes y generalidades, pero supo estar, se comportó con formalidad y dejó claro que Saponi tiene seny . Después, en alguna entrevista, declaró que se había reunido informalmente con Ibarra y que las cosas iban razonablemente bien.

Saponi sabe lo que se hace. En la ciudad feliz no le hubieran perdonado una salida de tono, un desahogo dialéctico o una queja a destiempo. En la ciudad feliz se puede perdonar que gestiones mal, pero no se perdona que seas un informal y un ineducado. De Saponi se cuenta que en una ocasión, durante un importante acto de UGT, tuvo que aguantar las críticas gratuitas y fuera de lugar de Cándido Méndez, pero el alcalde no se arredró, salió al atril y saludó educado, deseó feliz estancia y se ganó el aprecio de los ugetistas cacereños.

Hasta hace poco, el PP local tenía el problema de que Saponi era su única voz cantante. Desde que José Diego Santos ocupa la presidencia del PP cacereño, todo es más fácil: Saponi puede ser comedido e incordiar poco para ser bien tratado en Mérida y José Diego exige infraestructuras, colegios y otras necesidades ineludibles.

De las maldades que circulan por los mentideros cacereños, la más retorcida y perversa asegura que los barones del PSOE pacense, que son quienes de verdad mandan, están encantados con Saponi como alcalde de Cáceres porque así pueden ser menos generosos con la ciudad feliz que si gobernara uno del PSOE o uno del PP peleón y celdranero .

Pero en Cáceres nunca podrá mandar un Celdrán porque le falta seny y carece de las tres propiedades de las Evax . En cuanto a lo del alcalde socialista, en los próximos meses han de seleccionar aspirantes con formalidad cacereña y con aquiescencia de los barones regionales, dos condiciones de difícil coincidencia.