Estudió tres ingenierías y se hizo profesor de Matemáticas. Pero lo suyo era la magia. Verle es un viaje a lo extraordinario, que asombra, sorprende y emociona. Jorge Luengo (Cáceres, 1984) se levanta cada día sintiéndose afortunado por cumplir su sueño, el último ha sido convertirse en el primer mago de la historia que ha pisado el Teatro Real de Madrid.

-¡Ha actuado en el Real!

-Es un orgullo, un privilegio y una sensación incomparable. He actuado en teatros de medio mundo pero ser el primero en un espacio tan emblemático es único.

-Y en noviembre llevará su espectáculo ‘Ensueños’ al Callao City Lights de Madrid.

-En Gran Vía. Es una suerte tener tanta aceptación. Soy un mega afortunado porque al levantarme de la cama se hace realidad mi sueño.

-Aprobó una oposición de Secundaria, pero se dedicó a la magia.

-Trabajaba los fines de semana haciendo magia. Con eso me pagaba la carrera. De pronto me encontré dando clases de Matemáticas a 10 minutos de casa hasta que me presenté al Mundial de Magia en Pekín en 2009 y gané. Me dio un pedazo de empujón, como si me dijeran: ‘Lo estás haciendo bien, sigue subiendo las escaleras’. Fue decisivo a la hora de tomar esta decisión. No fue fácil, pero cogí una maleta, monté una empresa, me fui por el mundo. Gracias a mi familia y mi pareja fue la mejor decisión de mi vida. Me ha salido bien, pero si me hubiera ido mal también habría sido la mejor decisión, porque tienes que perseguir tus sueños, luchar por lo que crees. Pensé: ‘Me encanta lo que hago, ¿por qué no hacerlo? Cuando tenga 30, 40 o 50 años no quiero arrepentirme; decir: Ay, si lo hubiera hecho’. Siempre es preferible intentarlo, aunque no salga, intentarlo es lo bonito. Si lo intentas en un trabajo tan pasional es difícil que te equivoques.

-¿Cómo y dónde se aprendía magia en Cáceres cuando era pequeño?

-La magia se transmitía de maestro a discípulo, como en un juego de Harry Potter, pero en pequeñito. En Cáceres no podía tener un maestro, pero los grandes maestros, cuando envejecen, comparten sus conocimientos en libros de memorias. Tuve la oportunidad de acceder a esos libros en una tienda de Madrid. Quienes trabajan con un maestro acaban adoptando sus tics; los libros tienen la ventaja de que te obligan a crear, diseñar e inventar por ti mismo. Eso me ha llevado a donde estoy. Mi manera de hacer magia difiere de los demás.

-Tiene un sello de identidad.

-Sí. Lo que te hace característico.

-¿La vida no es más aburrida cuando uno se sabe todos los trucos?

-Es distinta. Tienes una caja de herramientas para hacer cosas espectaculares. Influyes en las personas, puedes cambiar su estado de ánimo; está al alcance de tu mano si lo empleas adecuadamente. Hay momentos en los que dices: ‘Ojalá no supiera’, pero hay otros que te permiten lograr imposibles.

-Da un poco de miedo.

-(Risas). Un poquito. Siempre digo que influyes en la gente, pero no la manipulas.

-¿Y entre hacer un truco y engañar, cuál es la diferencia?

-Toda. Engañar es mentir y hacer magia es ilusionar a alguien.

-¿El mejor truco que ha visto?

-Ostras, no está mal la pregunta, es potente, eh. Ver nacer a mi hijo. Eso es magia.

-¿Qué es lo más raro que le ha pasado después de hacer magia?

-Millones de cosas, como sacar a dos personas del público, hacer que sean chico y chica, hacer que se conozcan, se pidan matrimonio y tengan una familia.

-¿Si sentara a España y Cataluña, qué haría desaparecer?

-Los últimos 20 años de política.

-¿Cree en el mentalismo?

-No podría dedicarme a algo en lo que no creo.

-¿Cuál es la siguiente pregunta?

-Una que me va a gustar (adivina).

-El ilusionismo viene de ilusión, ¿a sus 35 años cuál es la suya?

-Seguir haciendo feliz a la gente.

-Y la última. Se deja de emitir ‘Pasapalabra’ en Tele 5, programa en el que ha participado.

-Es un programa maravilloso y voy a hablar en presente porque lo siento así, con un equipo espectacular que he tenido el placer de conocer durante muchas ocasiones. Y es una pena que un producto cultural, de entretenimiento, familiar, se pierda en televisión. Espero que se llegue a un acuerdo para que vuelva a la parrilla.