En la puerta de la perrera cacereña se ha colgado un cartel bien visible: "Todos los perros de este recinto tienen microchip y están esterilizados (no sirven para criar)" . Dos medidas costosas pero muy acertadas contra los abandonos y las camadas no deseadas, dos medidas que se comprenden nada más cruzar el umbral. Una decena de perros reciben al visitante, y en el patio contiguo siete cachorros más toman el sol. Detrás, en los boxes, otros cincuenta canes esperan su turno para salir a pasear. No caben más, pero continúan apareciendo perros vagando por todos lados, asustados, famélicos y enfermos.

Es el caso de la familia de mastines formada por Pólvora Polvorilla , Polvorón y Bala (la madre y tres cachorros), rescatados de su abandono en la Charca Musia. O de los seis cachorrillos del box 14, todos de la misma camada y todos recogidos en la carretera de Trujillo. Mucho peor llegó Rufo , el último perro salvado recientemente de la calle, concretamente en Aldea Moret. "Es un cruce de caniche y venía con nudos en el pelo tan grandes como mi puño. Estaba lleno de ´pendientes´ y ´pearcing´ como decimos aquí, o sea, de garrapatas y heridas, además de espigones. Lo atendimos rápido y parece que se recupera", explica la presidenta, Juana García, mientras abraza cariñosa a Rufo .

En el box contiguo se recupera un cachorro de cinco meses que fue encontrado con una sarna galopante en el puente de San Francisco. Muy cerca llora y gime sin parar un enorme mastín que estaba abandonado en las minas de Valdeflores. "Es tremendamente sociable. Solo se consuela con caricias en su cabezota", dice la presidenta, mientras confiesa que los perros más grandes "lo tienen más difícil para encontrar un hogar". A su lado comparten otro box dos mastines: Brutus , por dos veces abandonado, y Charito , recogida de la calle con una fístula en una pata, "pero es una loca y está muy bien", precisa Juana García.

Tundra , un cruce de podenco, ocupa un chenil con otro podenco ibicenco de reala. Ambos y sus cuatro cachorros fueron rescatados de las viejas instalaciones de Campsa, donde sobrevivieron siete meses gracias a la comida que les llevaba un vecino de Aldea Moret y la propia Juana, hasta que pudo cogerlos. Otro cruce de caniche fue dejado en plena calle por su dueña, que se cambió de ciudad.

Fito , mestizo, tiene una triste historia: su propietario murió y nadie se hizo cargo de él, de modo que vagó por Reyes Huertas, Moctezuma y la Cañada hasta que Juana lo recogió.

Los gatos también sufren sus dramas: un cachorro negro fue rescatado del motor de un coche, otro apareció con el rabo roto cerca del Cimov, y dos más están aislados con tiña. Pero hay casos peores, como el perro que tuvo que ser sacrificado hace una semana tras aparecer en el Polígono Ganadero con graves incisiones en la cabeza. "No te acostumbras, la crueldad muchas veces nos desborda", lamenta la presidenta.