En 1900 desde San Antón a la estación de ferrocarril, entonces en los Fratres, Cáceres solo contaba tres edificios memorables. El primero, el Hospital Provincial, que cerró sus puertas en 2019 tras 120 años de actividad aunque la urgencia sanitaria obligó a reabrirlo de forma temporal. El segundo, el ya desaparecido Parador del Carmen, donde ahora se ubica el edificio El Carmen y una sucursal bancaria en la esquina entre la Cruz de los Caídos y la ronda. Y por último, un tercero que resiste al tiempo y mantiene su actividad, el hogar donde las Hermanitas de los Pobres han ejercido su labor en el último siglo en la capital cacereña.

Este inmueble, instalado en el inmenso solar en el paseo de Cánovas y gestionado por las religiosas francesas, sirvió de asilo durante décadas para personas sin recursos y más tarde evolucionó para convertirse en residencia para mayores. Así se ha mantenido durante años hasta que en enero de 2020 la congregación anunció su intención de marcharse de Cáceres debido a la escasez de vocaciones. Tras meses de negociaciones, llegó la orden a un acuerdo para vender el inmueble a manos privadas, en concreto, a los extremeños Ciudad Jardín, que ya gestionan varios geriátricos tanto en la capital como en la provincia. Así, tras haber materializado el acuerdo, la nueva empresa ha asumido su gestión y trabaja para acondicionar las instalaciones y ampliar el número de estancias para los usuarios. En la fachada lucen ya los nuevos letreros y las paredes se han limpiado de pintadas.

Imagen histórica del inmueble que conserva el Archivo Municipal - Archivo Municipal

Añade así una nueva página a su historia un edificio que por su estratégica ubicación, en pleno corazón de Cáceres, y su característico aspecto es emblema para generaciones de cacereños. De hecho, en estos últimos meses, la crisis sanitaria y el cierre a las visitas ha provocado estampas sin precedentes como la de los familiares hablando por teléfono con los seres queridos que se encontraban al otro lado de los amplios ventanales. Esta imagen, inmortalizada también por este diario, fue de las últimas que vivió el inmueble cuando aún estaba gestionado por una congregación que bien puede dar testimonio de lo que ha ocurrido en la ciudad durante todo el siglo XX .

El primer documento oficial que se conserva sobre el inmueble está fechado el 15 de abril de 1882 y lo firma la superiora de la orden Sor Teresa de San Agustín. Se trata de un escrito en el que la religiosa pide al ayuntamiento de Cáceres el permiso para usar los terrenos entonces municipales para comenzar las obras de la residencia. «Que tratando de levantar un edificio destinado a dar asilo a los ancianos pobres, residentes en la ciudad, en un terreno de su pertenencia sito a la izquierda de la carretera de Mérida, saliendo de la población, y necesitando la autorización con el fin de comenzar las obras cuanto antes, suplica que previos los informes que estime convenientes y en el más breve plazo posible obtenga ese permiso», reza la misiva. Cuatro días más tarde, el 19 de abril, remitió la superiora otra carta al ayuntamiento para reclamar, esta vez, el amparo del consistorio para reclamar el servicio de los operarios municipales para llevar a cabo los entierros de los residentes que fallecieran en el asilo.

Fotografía de Cánovas en el siglo XX en la que aparece el inmueble. - Archivo Municipal

Entonces las religiosas llevaban ya en la ciudad tres años, llegaron en 1879 aunque se instalaron en primer lugar en la calle Caleros. Fue entonces cuando se puso la primera piedra de lo que sería un centro pionero par apersonas sin recursos en lo que se conoce ahora como la avenida de España. Este inmueble que comenzó a construirse en el 1882 no es el actual. Ese primero, con una arquitectura menos ostentosa estuvo en pie durante casi 70 años hasta que en 1981 fue demolido para construir el edificio que se conserva. Fue diseñado por el arquitecto Tomás Civantos, encargado de firmar la Cáceres moderna e ideólogo de inmuebles icónicos como el edificio de Múltiples, la barriada de Las 300, la iglesia de Virgen de Guadalupe, el mural junto al centro de salud Zona Centro junto a la Madrila o las primeras facultades del campus universitario como Veterinaria.

Debido a la magnitud del solar, el asilo compartió finca durante años con el también emblemático cine Coliseum, que fue inaugurado en 1962, también con la institución religiosa al frente, el obispado regido entonces por Llopis Ivorra, que en el último año ha reabierto sus puertas convertido en gimnasio tras veinte sin actividad. Entre ambos bloques, grandes exponentes del imaginario cacereño, se abrió también la galería comercial Cánovas.

Sobre el anecdotario que conserva el inmueble, el archivero y cronista oficial, Fernando Jiménez Berrocal, precisa que en un primer momento «no estaba bien visto» entre los cacereños«mandar a algún familiar a las Hermanitas» debido al estigma que arrastraba el edificio debido a que en sus orígenes se destinó a gente sin recursos. Asegura, no obstante, que con la evolución de la mentalidad, ese prejuicio se acabó rompiendo. En esa línea, destaca el cronista la labor de la congregación para la ciudad en un siglo en la que no era habitual encontrar recursos sociales accesibles. «Prestaron un servicio importante cuando no existía una red de residencias como la de ahora».

Medalla de oro para 'mi casa'

De hecho, tal es la estima que generó en su momento la orden en la capital que en 1980 fue reconocida con la Medalla de Oro, el máximo galardón que otorga Cáceres. El acto tuvo lugar el 23 de abril, jornada en la que se conmemora al patrón San Jorge. La crónica publicada en este rotativo usa el apodo ‘Mi casa’, un pseudónimo con el que se conocía al asilo, y relata cómo el alcalde hizo entrega en el salón de plenos del ayuntamiento del galardón a la entonces madre superiora Sor Teresa. Entonces las religiosas celebraban el centenario de su llegada a la ciudad. Ahora, cuarenta años más tarde de ese reconocimiento, dan su adiós definitivo aunque su huella perdurará en la que fue su casa y será la de muchos cacereños.