Un día se levantó con fiebre y dolor de oídos. Tras acudir a su médico de cabecera, este le indica que tiene nódulos en la garganta y la deriva al endocrino. Una vez que el especialista la inspecciona le advierte de que deben operarla y quitarle la mitad del tiroides, porque los nódulos son del tamaño de "una moneda de dos euros". Esto ocurrió en el año 2010, momento en el que comienza el calvario de la cacereña Teresa Rodríguez, que entonces tenía 41 años.

A los seis meses del diagnóstico ingresó en quirófano. Finalmente le extirparon el tiroides entero para prevenir que más adelante aquello se convirtiera en un tumor maligno. Sin embargo lo que parecía una historia que terminaba, no había hecho nada más que comenzar. Teresa no podía hablar. Al día siguiente de la operación, una vez ya en planta, el cirujano pasó consulta y le dijo que durante la operación se le había pinzado un nervio y que por esa razón no le salía la voz.

La derivaron al otorrino, donde descubren que, a causa de la intervención, tenía una cuerda vocal paralizada y otra a punto de hacerlo. Estuvo yendo un tiempo al logopeda y recuperó un poco su voz. Sin embargo ella se notaba diferente: "Me cansaba mucho, estaba todo el día asfixiada. Como mis cuerdas vocales no timbraban no me entraba el aire", explica. Su médico de cabecera la derivó de nuevo al otorrino.

Ya había cumplido casi un año de baja (llevaba 25 años trabajando como limpiadora en el hospital) y necesitaba volver al trabajo porque su nómina se había visto visiblemente reducida debido a la baja laboral; pero el médico le aconsejó no darse de alta por el estado en el que se encontraba. Así que volvió al otorrino. El diagnóstico fue aún peor, ya que el glotis se estaba cerrando, por lo que debía entrar de nuevo en quirófano para cortarle una cuerda vocal (lo que se conoce como cordotomía) y permitir así que el aire entrara en sus pulmones.

Aquello no solucionó su estado: "Cada vez perdía más peso y cada vez estaba más cansada y asfixiada. No podía ni subir unas escaleras", subraya Teresa Rodríguez. Tuvo que ser intervenida una tercera vez para hacerle una nueva cordotomía. Pero a ella seguía sin entrarle el aire en los pulmones.

OPERACION DE URGENCIA Así que, en una revisión del otorrino, el especialista le dijo que era necesario realizarle una traqueotomía de manera urgente. Ahora lleva una cánula en su garganta y continúa con la asfixia. "De salud me encuentro mal porque no recobro el aire que mis pulmones necesitan, tengo que usar broncodilatadores por la mañana y por la noche y tengo que hacerme yo sola curas diarias sin conocimientos de enfermería", replica la afectada.

Tras todo este episodio la Seguridad Social le concede la incapacidad permanente absoluta, que le quitan al cabo de un tiempo. Actualmente tiene concedida la permanente total para ejercer su trabajo habitual, pero el tribunal médico considera que está capacitada para realizar cualquier otro trabajo. Interpuso un recurso contra esta resolución y el caso llegó al juzgado, que desestimó su petición. Ahora ha vuelto a solicitar una valoración para que le concedan la absoluta, pero también lo han denegado, por lo que volverá de nuevo al juzgado.

"CASTIGADA DE POR VIDA" "No pido que me regalen nada. Ojala pudiera estar trabajando en el hospital, pero no puedo, estoy castigada de por vida. No me puedo echar un perfume porque me asfixio, no pudo subir una cuesta sin cansarme, me cojo infecciones cada dos por tres", indica. Con la incapacidad que tiene concedida ingresa 543 euros, única cantidad que entra en su casa, con un hijo a su cargo. "Tengo que pedir comida a Cáritas y mi hermana me compra muchas veces los broncodilatadores porque no puedo pagarlos", asegura.

Su abogado, Juan Luis Jiménez, cree que deben concederle la absoluta: "Aunque la contrataran, acabarían despidiéndola, porque está enferma al menos una vez al mes, lo que supondría que todos los meses tendría que pedir la baja", explica. Ha presentado también una demanda por negligencia médica, pero el proceso aún está abierto.