Fue realmente impresionante sentir que todavía queda en Cáceres mucho de lo que añoramos los que ya pasamos de los 30. Esa actitud solidaria y de buenas gentes que siempre nos distinguió a los cacereños, y que hemos revivido como una necesidad existencial por nuestra cuenta los propios jóvenes y músicos extremeños durante la celebración del festival solidario por la construcción de una escuela en Malawi el pasado sábado por la noche.

Y no podemos hablar sólo de Cáceres porque en el festival los había belloteros y mangurrinos por partes iguales, e implicados con la causa también en el mismo porcentaje, y de edades tan dispares como los chavales de La Bruja Roja (gran futuro por delante) o los más talluditos de Funkenstein, que estuvieron como si fuera su primer concierto.

La bebida se acabó y me encantó ver tanta gente y tan joven, y no tanto, de todos los pelajes y colores, completamente serenos y entusiasmados con el evento a las cuatro de la mañana cuando ya lamentablemente todo tocaba a su fin, y con la luna llena despidiéndonos. Todo había salido perfecto. En las caras de la gente se veía que querían más, que no querían enfrentarse a una ciudad y a una noche vacía y que su sueño de continuarla no era posible en una ciudad muerta. Otra noche inconclusa más, pero plena de satisfacción y de recuerdos necesarios-

Para mí lo más importante de todo esto es que en la ciudad y en Extremadura sigue habiendo buena gente, gente joven comprometida con este mundo y con la pobreza, con ganas de disfrutar y pasarlo bien juntos sin vivir de espaldas al mundo que les rodea mientras otra parte de la juventud y sus padres, se afanan por talar pinos centenarios, o robles milenarios, o en hacer el enésimo centro comercial, para llenarse aún más los bolsillos con su próximo pelotazo urbanístico.

Enhorabuena a todos, hemos dado el primer gran paso para empezar a tener posibilidades de ganar la Capitalidad Cultural para Cáceres en el 2016.