«Ver la cara de los niños cuando esta semana han retomado las terapias con caballos ha sido todo un ‘chute’ de energía. Una señal de que aunque el camino sea duro, que lo será, no va a poder con nosotros y va a merecer la pena» dice Rosa Simón, fundadora y presidenta de Divertea, la asociacion cacereña que trata a niños con autismo. Ese momento en la vuelta a la actividad del centro y ver los progresos de los niños y el alivio de las familias, le ha permitido coger fuerzas después de semanas que reconoce que han sido angustiosas; más que por el confinamiento, porque mientras estaba confinada iba recibiendo noticias de subvenciones que se caían, o mermaban de forma considerable para poder atender a las nuevas prioridades surgidas por la crisis del coronavirus.

Una de las más importantes que recibían, de unos 7.000 euros, le comunicaron hace varias semanas que iría este año a atender la situación del Banco de Alimentos. «Yo lo entiendo, porque hay gente que no tiene para comer y es básico. Pero también sé que estos niños necesitan las terapias porque el cambio que dan con ellas es bestial», afirma.

A eso se une que las otras vías que tenían tradicionalmente para financiar las terapias y los recursos del centro, los eventos, son ahora bastante complicadas de llevar a cabo. Organizan una decena cada año (marchas solidarias, chocolatadas, puestos con merchandising de la asociación en eventos como el Womad...) y con ellos podían sacar al menos para el pago de un par de meses del alquiler de los locales. Justo tenían una ruta solidaria prevista el fin de semana que se decretó el estado de alarma.

Y por último, algunas empresas de la ciudad les hacían también donaciones particulares. «¿Pero con cara voy yo ahora a pedir apoyo a empresas que sé que lo están pasando mal porque han estado tres meses cerradas?», lamenta Simón, que pide ayuda para poder mantener las actividades y la atención a todos los niños.

El proyecto de Divertea nació en Cáceres en el año 2013, impulsado por Rosa Simón, que tiene un hijo con autismo al que trataba fuera de la región con terapias innovadoras que estaban demostrando importantes progresos en los niños con TEA. Buscó a personal y se formó en esas terapias para impartirlas en un centro en Cáceres que ya trabaja con 70 familias en la ciudad y forma parte de la Federación de Autismo de Extremadura,

«El camino hasta aquí ha sido complicado. Pero durante la cuarentena ha habido momentos en los que pensaba que no podríamos volver a abrir. Está siendo muy duro», reconoce. Aun así, comenzaron a trabajar en los protocolos que necesitaban para retomar las terapias y en la forma de poder cambiar las dinámicas para mantener con seguridad la atención a los 47 niños que tratan ahora. Hace dos semanas que retomaron la actividad.

Nuevas rutinas

Nuevas rutinas«El cambio en los niños en estas dos semanas ha sido tremendo. Algunos habían tenido retrocesos, habían comenzado con conductas disruptivas, habían perdido lenguaje... Y ya se les notan los progresos», dice. Y eso que la vuelta a la actividad ha llegado con cambios también en las rutinas que no sabían cómo afrontarían los niños. Entre los cambios, ahora los padres esperan fuera y los niños son atendidos de forma individual en cada sala. El entrar les quitan los zapatos, los desinfectan y van a un casillero (en el centro utilizan un calzado que no sale de allí) y van a lavarse las manos. Además ahora no puedcen acceder libremente a los juegos o el material sino que el personal del centro selecciona tres con los que trabajará el niño y se desinfectan junto al resto del material al terminar.

La semana pasada, además, han podido retomar ya las actividades complementarias que realizan con ellos al aire libre como la hipoterapia y el huerto, así que Simón trata de ser optimista: «El covid será una barrera más de las muchas que hemos tenido. Pero confió en que encontraremos la forma y la ayuda para poder seguir adelante», dice.