Está vacante la Subdelegación del Gobierno. Como la gente tiene en su mente al gobernador civil, piensa que es un cargo inmejorable. Y quizá lo sea por el sueldo, pero no por sus competencias, pues la administración central ha quedado casi vacía con las transferencias, aunque este cargo aún tenga mucho relumbrón, el suficiente para atraer a muchos candidatos.

El personal piensa que para este cargo es necesario un político curtido, que haya demostrado ser un buen gestor, que sepa hacer política, que tenga apoyos en su partido, con iniciativa y con un brillante futuro. Pero el personal no vive la política y por lo tanto está totalmente equivocado. Los partidos buscan una persona que no tenga apoyos, que no tenga un prestigio especial, que no tenga iniciativas y que tenga como un honor aparcar en este lugar sin más futuro. Lo que menos necesita un partido es que el subdelegado haga política. Y si no debe hacer política lo mejor es que no cuente con apoyos ni clientelas. Un ser tan desvalido puede manejarse. De manera que se buscará quien haya demostrado sumisión, respeto, acatamiento y poca capacidad de tomar iniciativas y riesgos. Por eso lo mejor es colocar a alguien próximo a la jubilación, que sobrevuele en el cargo, rodeado de oropel, y un buen sueldo, pero que no incordie. Y si eso busca el partido, imagínese lo que buscará el delegado. No va a promocionar a alguien que pueda quitarle el sitio.

Han aparecido los nombres de varios aspirantes. No sé si estarán dispuestos a cumplir con el rol que les tienen destinados, pues no todo el mundo sirve para ello. Claro que a lo mejor estoy equivocado.