La solicitud de concurso voluntario por los propietarios de Waechtersbach y la posibilidad de su liquidación vuelve a concitar la sublevación inmóvil característica de la sociedad cacereña respecto a esta empresa. Waechtersbach adquirió un interés mediático desde que en el 2002, en un hecho poco habitual, el presidente de la Junta la visitó para alentar a sus trabajadores, abandonados a su suerte y encerrados en huelga indefinida, sobre la posibilidad de superar las dificultades en unos momentos similares al actual.

Achacar ahora desde el mundo sindical a la economía de libre mercado la situación de la empresa, sin a la vez proponer un modelo económico alternativo, parece poco responsable; entretener a los empleados con observaciones sobre los cambios en materia concursal es distraer la atención; y convertir el asunto en un debate con trasfondo político-institucional es inútil desde el punto vista del empleo, y evidencia esa peculiaridad tan extremeña de sublevarnos sin hacer nada contra la realidad adversa.

Las cosas son más simples, si los distintos sujetos inmóviles que opinan sobre el asunto no pretendieran mentir o enmascarar su posición con medias verdades. Estamos ante un problema industrial y por tanto social, propio de la relación capital-trabajo y de gobierno de las relaciones laborales, cuya solución o no depende de cómo se aborde. Pese a la crisis o ´cambios´ del sector, no hay elementos objetivos radicalmente diferentes que indiquen ahora que se debe seguir el camino distinto al que se inició en el 2002: la supervivencia de la empresa.

La compañía no tiene menos músculo empresarial, presenta la misma capacidad de calidad productiva instalada; sigue contando con grandes clientes, pues los productos de ´tableware´ en loza gozan de gran fidelidad en los mercados; sus formas de financiación externa no han variado; en dos años ha cumplido con los acreedores; y ha pagado la indemnización del excedente laboral de aquella fecha. ¿Por qué entonces este giro tan radical por parte de sus administradores?

A fuerza de simplificarlo, han pasado varias cosas: Primera, que el empresario que se trajo, (que no nos engañen, no había otro), resultó ser un ´patata´ que confundió las mentiras de las escuelas de negocios americanas con la realidad y creyó que porque se fijaran unos objetivos muy ambiciosos, sin equipo gestor ni productivo, y se acudiera a cuatro ferias, se conseguiría traer la producción de medio planeta, y de paso conseguiría que inversionistas del capital especulativo pasaran al capital productivo. No habiendo sido capaz, pretende ahora que, con depositar en el juzgado cuatro papeles, su responsabilidad ha concluido y que él no debe pagar factura social alguna por la tomadura de pelo.

Segunda: los integrantes de la Corporación Empresarial Extremeña que trajeron al empresario, se marcharon del negocio en cuanto pudieron, sin decir ni a cómo se vende, cediéndole su paquete accionarial que pasó de una quinta parte a nada, en fin, abandonando su posición de garante del capital que había permitido la solución del 2003, y que obligaba a los directivos foráneos a que todas sus decisiones tuvieran en cuenta los intereses sociales y del empleo de Extremadura.

Tercera: en estos dos años los intereses de los trabajadores han sido pésimamente gestionados por MCA-UGT, el sindicato ´mayoritario´, cuyos dirigentes tan locuaces en general guardan un silencio cómplice. En vez de orientar a los trabajadores por el camino de la responsabilidad y la propuesta de un modelo de empresa acorde con la realidad del sector, de la estructura de la plantilla y del empresario, se han dedicado a imbuirles resignación y cobardía, mediante la aprobación de sucesivos expedientes de regulación.

Posiblemente no existen salidas unívocas, pero podríamos intentar convertir la sublevación inmóvil de todos en sublevación dinámica, sin tirar la toalla, sin agachar la cabeza y seguir produciendo para que el proceso de marcharse al paro sea claro y transparente, evitando que acreedores como la banca privada y el fisco saquen magros beneficios del producto de su trabajo en la liquidación de los terrenos de la empresa y que alguien pueda hacer un auténtico negocio de suelo industrial dada su carencia en Cáceres. La tradición del movimiento obrero y sindical no tiene nada que ver con la resignación inmóvil, situación de la que habría que intentar salir de una vez por todas.