La primera vez que me tocó tenía 8 años. Me estaba lavando en el servicio antes de acostarme. Entró él (el padre) y yo me tapé. El me quitó la toalla y empezó a tocarme. Me sentía incómoda y me dijo que no pasaba nada, que era normal entre familia, que no me iba a hacer daño", relata la víctima, que ahora tiene 31 años. Los hechos sucedieron en Miajadas y se remontan al año 1998, aunque la denuncia no se interpuso hasta el 2007.

Fue uno de los dos episodios de abusos que especificó al tribunal ayer durante el juicio por el que se juzgaba a su padre, E. L. M., de abusos sexuales a su hija durante ocho años (desde que ésta tenía 8 años hasta los 16). La víctima, que declaró sin la presencia de su progenitor, se mostró nerviosa, con temblor en manos y piernas y con una voz que apenas se escuchaba.

Tras la insistencia de la fiscal y el abogado de la acusación particular (al principio solo respondía con frases cortas o monosílabos) accedió a relatar otro momento en el que supuestamente su padre abusó de ella, esta vez el momento de la primera penetración, cuando ella tenía 9 años. "Una noche mandó a mi hermano a por tabaco. Me dijo que fuera a su habitación y que abriera la cama. Vino y me sentó en la cama y me dijo que me quitara la ropa. Me dijo que no me pusiera tensa, que si no me iba a doler", contó. Los episodios se sucedían siempre de noche, antes de que su madre regresara de trabajar. Según su versión, su padre la obligó también a tocarle "el pene" y la amenazó con "matarme a mí, a mi madre y a mi hermano" si contaba lo que ocurría.

EL ACUSADO LO NIEGA El padre de la víctima niega que se sucedieran tocamientos ni penetraciones y señala que su hija está "influenciada por su madre" (el matrimonio está ahora separado) y que "puede que se esté inventando esto".

Por su parte la madre aseguró que llegó a sospechar alguna vez de estos abusos. Contó que el servicio tenía una ventana que daba al patio de la casa y que "una vez vi a mi marido en una postura que no me gustó nada. Mi hija se estaba duchando y él se estaba tocando las partes", relató. Le preguntó a su marido qué estaba haciendo pero éste no dijo nada: "En ese momento pensé que era yo la que estaba loca", dijo. El hermano de la víctima, que actualmente reside con su padre, negó haber sido testigo de tales abusos y aseguró que no sabía nada de los mismos.

Cuando la víctima cumplió 16 años contó lo que ocurría a su madre y ésta llamó a sus familiares (hermanos y cuñados del acusado) para que fueran a casa y comentar lo que había ocurrido. La madre no denunció los hechos porque "me vi superada del todo", según sus palabras. Por decisión familiar acudieron a hablar con el párroco del pueblo, quien, según la víctima, su madre y algunos testigos, les aconsejó no denunciarlo y llevar a la niña a un psicólogo. Y así lo hicieron. En 2007, a petición de la víctima, interpusieron la denuncia.

El fiscal solicita para el acusado diez años de cárcel y 60.000 euros de indemnización. La acusación particular pide la misma pena y 100.000 euros. El juicio quedó ayer visto para sentencia.