La crisis también ha fomentado el aumento de las revisiones y reparaciones ilegales de vehículos, es decir, las chuscas que abaratan el coste pero que no dan garantías. Además de la competencia desleal que suponen para los talleres, éstos se encuentran en los últimos tiempos con residuos tóxicos y peligrosos depositados en sus puertas: cubiertas, recipientes de aceite usado, baterías, filtros, pastillas de frenos...

La Administración obliga a los negocios a almacenar cuidadosa y organizadamente estos deshechos hasta que los recogen empresas autorizadas. "Cuesta dinero, espacio y tiempo, pero son muy perjudiciales para el medioambiente y tenemos que colaborar", explica el empresario Valentín Liberal. Sin embargo, los autores de las chuscas no saben qué hacer con los repuestos y algunos optan por dejarlos junto a los talleres para que éstos los almacenen, mientras que otros los tiran al campo, incluso al lado de los negocios legales. "Si en ese momento viene un inspector, se nos cae el pelo, son multas altísimas", señala Liberal, que hace pocos días se topó con el último regalo en su puerta: garrafas de aceite y cubiertas.

El empresario y presidente del sector propone un sistema similar al de Alemania, donde el comprador debe devolver la batería, el aceite o los filtros usados al establecimiento.