Si Dios no lo remedia, y no creo que algún Dios tenga interés en remediar esto y mucho menos santa Bárbara patrona de los mineros, tampoco tendremos mina. Eso sí, hemos aprendido mucho sobre este mineral que además de usos industriales punteros parece ser muy indicado prescribir a quienes padecen bipolaridad.

Pues qué bien nos vendrían unos peñasquitos de litio a los cacereños en estos momentos ya que nos debatimos entre lo que no se debe hacer para preservar el medio ambiente y lo que se debe hacer en pro del progreso, el empleo y el futuro, situación en la que hay variantes que van desde los maximalistas de ambos bandos a los posibilistas, porque la cosa es difícil. ¿Cuántos puestos de trabajo a cambio de cuanta contaminación? ¿Cuánta contaminación a cambio de cuanta riqueza? ¿Acaso es todo economía? se preguntan algunos.

Es que nuestra ciudad en términos económicos es una ruina, sentencian otros. Claro que la culpa es de los romanos. En concreto de Cayo Norbano Flaco que no tuvo otra ocurrencia que fundarla en un paraje cercano a la mina de litio y, por si fuera poco, rodeada de autopistas por las que pasan las aves, zona ZEPA creo que se llama, de manera que si la contaminación impide unas cosas, la ZEPA impide otras.

Con lo fácil que hubiera sido erigirla unos diez kilómetros más allá, en pleno secarral, cerca de ningún sitio. Pero es lo que hay y ser paraje natural, zona ZEPA y espacio protegido resulta políticamente muy correcto, bastante progre, incluso posmoderno, pero nada rentable ya que apenas crea puestos de trabajo y cuenta muy poco a la hora de repartir los presupuestos estatales, de manera que nos vemos obligados a buscar otras salidas si queremos ofrecer una vida honrosa a nuestros descendientes.

Puesto que Astérix tiene su aldea y Mickey Mouse su world, nosotros, dado que las plantas y los pájaros nos impiden ser mineros de la ciudad sin nombre, podemos ser figurantes de un Disneyland en plan medieval. Oye, que me pido ser el abad