La jornada de ayer dejó muy clara la consolidación de la fiesta de los Mártires entre los cacereños. Unas 10.000 personas --el doble que en los últimos años--, acudieron al Paseo Alto durante la mañana para sumarse a esta antigua tradición recuperada en la década de los 80, cuyo origen se desconoce. Los mayores, encantados de revivir sus costumbres, y los jóvenes, satisfechos de una cita festiva que permite una alternativa a las cañas, con mejor ambiente y pinchos excepcionales.

El tiempo acompañó y la oferta gastronómica mucho más, porque pocos manjares tienen el tirón de la tortilla y la patatera. El programa comenzó a las 12.00 con una misa al aire libre cantada por el grupo Alborada en honor a los Santos Mártires, San Fabián y San Sebastián. La bandeja del paseo se llenó de público, que se multiplicó a partir de la 1.00. La policía local cortó el acceso en coche, pero la gente subía animada saludando aquí y allá a quienes ya bajaban.

Comenzó entonces la petición masiva de pinchos en los chiringuitos, improvisados en los soportales que flanquean la ermita. Por 1 euro, vino de pitarra con tapita incluida a elegir: patatera (70 kilos), tortilla (medio centenar) y queso (varios ejemplares muy sabrosos). Carmen, Marín, Curro, Juan y Ricardo atendían la barra de la derecha y no daban abasto. "La tortillita es la más solicitada, seguida de cerca por la patatera", revelaron. Una mujer se abría paso entre el gentío vendiendo boletos a 1 euro para el sorteo de dos paletillas de jamón. La colecta se enviará este año al sudeste asiático.

Existencias agotadas

Pero si había un punto de especial atracción, ése era el mostrador de las roscas de anís. Los cacereños acabaron con las 3.000 unidades puestas a la venta por 0,50 euros, en realidad acabaron con todo, incluida la cuerda para atarlas y las bolsas de plástico. Muy cerca, el grupo local El Redoble animaba el ambiente con rondiñas y fandangos de La Vera, la jota de Esparragosa y un sin fin de piezas del folclore regional.

Al lado, otro bullicio: la mesa de ofrendas. La mayordoma, Juanita Franco, que revivió la celebración hace dos décadas e incluso destinó a la ermita un premio que ganó en la lotería, llevaba una hora animando a la gente a comprar los productos, micrófono en mano: "¡Venga! Dos floretas a 1 euro, que hace calor y hay que venderlas...". Los buches, a 25 euros, lucían hermosos sobre el mantel, también las roscas de vino y de alfajor, las perrunillas, los coquillos y varios productos derivados del cerdo.

El alcalde se unió a la romería antes de acudir a la protesta contra el Plan Ibarretxe. "El Paseo Alto siempre ha sido un lugar emblemático, y ahora recobra su fuerza gracias a los nuevos residenciales. Pondremos en marcha actuaciones encaminadas a la revitalización de la zona para atraer a la ciudadanía", explicó Saponi. Por su parte, el concejal de festejos, Lázaro García, destacó el respaldo de los cacereños a las citas típicas: "Es nuestra apuesta y vamos a seguir impulsándolas", indicó, acompañado por varios ediles de PP y PSOE --también estaba la portavoz socialista, Carmen Heras--, que compartieron tapa y conversación.