Residencial Universidad es uno de los barrios periféricos de la localidad que podrían convertirse en candidatos para aparecer en este mapa. La zona cuenta con unas 500 viviendas, un único negocio y una línea de autobús que llega a sus calles bajas cada cuarenta minutos. La última parada se efectúa a las 22.40 los días de diario y los sábados, mientras que llega media hora después los domingos y festivos. Por ello, la actividad en la calle, una vez anochece, es baja.

«Si tienes que venir un poco tarde en transporte público, no hay manera», explica María del Carmen Canelada, una de las vecinas, «porque normalmente tienes que tomar la línea 3, que te deja fuera. La entrada al barrio está siempre desierta y se tarda en cruzar». La sensación de inseguridad no disminuye hasta «llegar a las primeras calles, pero si vives arriba prefieres ir esquivando los parques y los laterales del barrio», confiesa. Añade que ella tiene la «suerte» de tener un coche, pero no es el mismo caso para todos.

«Los jóvenes antes solían venir de noche por el camino de Sierra de Fuentes, y ahora algunos se dan el paseo por la avenida de la Universidad», que en largos tramos de su recorrido está aislada de hogares o zonas de actividad nocturna. Esto produce a su vez incertidumbre, «porque está junto a la carretera. Cualquiera se para, las mete al coche y aquí no ha pasado nada». Añade que «al final, los padres no dormimos hasta que llegan».

Cuando se le pregunta cómo solucionaría el problema, esta vecina no duda en afirmar que establecería «mejores conexiones de transporte público».

«Estaría bien que hubiera más gente en la calle», continúa diciendo, «pero en la entrada es imposible, porque se tarda en llegar a las primeras casas. Y como no hay bares ni nada, incluso dentro el barrio nunca hay nadie».

Pese a que en la barriada nunca ha habido un caso conocido de agresión sexual, y ni siquiera un intento de esta, no impide el sentimiento de «inseguridad», ni la idea de que «tienes que ir mirando por encima del hombro».

Expresa también que la situación se convierte en un problema si se busca salir «a correr, o simplemente a pasear», porque «solo puedes hacerlo en las calles o ya tienes que salir por sitios donde no hay nadie y enfilar hacia la ronda Norte». La sensación de inseguridad en estas zonas provoca que, «incluso cuando vamos de dos en dos, llevamos los teléfonos en las manos», y especifica: «Aunque sea porque es contundente, como arma».

Esta situación se agrava en verano porque las altas temperaturas que se alcanzan en la ciudad, hacen que sea «imposible salir hasta que el sol baja, menos aún a hacer deporte».

Afirma que toda la situación se vuelve «incómoda, porque parece que no puedes salir a hacer nada tranquila».