Incertidumbre parece ser la palabra del verano para el sector de la hostelería. Es la primera que se utiliza para explicar qué les provoca la situación a la que se enfrenta el gremio: con la segunda ola ya aquí y rebrotes apareciendo por todo el país, sus temores no son pocos.

La llegada de la nueva normativa, publicada en el BOE el pasado martes, ha impuesto, entre otros aspectos, restricciones al consumo de tabaco en entornos públicos: fumar queda prohibido, a no ser que exista una distancia mínima interpersonal de dos metros.

En este contexto, los empresarios no pueden evitar acumular dudas respecto a cómo se debe proceder. «Puedo asegurarme de que nadie fume dentro del establecimiento», asegura Isabel Martín desde el Bar Chamba, «pero en la terraza es más difícil, porque estoy trabajando dentro, y no lo veo. ¿Qué se supone que tengo que hacer, contratar a alguien para que vigile a la gente? ¿O de eso se encarga la policía?_¿Y si les pillan, me multan a mí, aunque no lo haya visto?».

«La gente no va a querer venir», expresa Francisco Cebrián, del Café San Francisco. «Sales de casa a tomarte una Coca Cola o una cerveza, y te apetece sacar el cigarro. Si vas con alguien, tener que tenerlo a dos metros...», y niega con la cabeza. «No soy fumador, pero no me parece bien. Y al negocio, claro, le va a afectar».

José Antonio Martín, de La Parisina, coincide: «Creo que va a afectar al negocio para mal». Continúa explicando que «muchos salen a la calle a relajarse: tomar algo y fumarse el cigarrito. Si les empiezan a poner restricciones, se quedarán en casa», y concluye lamentando: «De todas formas, creo que a este ritmo nos pedirán quitar las terrazas, o lo tendremos que hacer nosotros. Este es mi negocio ahora mismo, pero planeo cerrar sobre finales de agosto, cuando se vaya acercando el invierno».

El cambio de estación es otro gran miedo: «Con las restricciones que tenemos… nosotros en este bar podemos meter dos personas o tres, por lo tanto en invierno sería imposible. Lo tememos, porque sin la terraza no saldrán las cuentas. He decidido dejarlo e irme a otro que es un poquitín más grande, y espero que ahí pueda pasar esos meses, porque los gastos son los mismos: el alquiler, la luz, el agua... lo tienes que pagar todo, y si tienes que echar a la gente porque no puede haber más de tres, las cajas no suben», comenta José Antonio.

«No creo que se atrevan a volver a cerrar», admite Fidel Amado, de la Cafetería Vettonia, «al menos no si no hay un rebrote en el mismo establecimiento. Será puntual: irán cerrando locales específicos, pero no a nivel general». Y hace hincapié, de nuevo, en el fin del verano: «Ese es el miedo que tenemos. Estoy intentando buscar una solución, hacer una inversión y cerrar la terraza».

Este problema alcanza a un sector que, actualmente, ya está siendo severamente castigado por la pandemia. «Dábamos muchos desayunos y se nota que la gente aún no quiere entrar al local. Vendíamos unos trescientos cafés diarios, y ahora no llegamos a los 150», explica José David Palomino, dueño de El Rinconcito. «Si nos quitan la terraza, no tiramos».

Finchy Reyman, del Café Gran Vía, habla mientras prepra pedidos para la terraza: «Estamos solo dos camareros. Echamos muchas horas. Por las mañanas, desinfectas tanto que parece que se te van a caer los brazos», pero asegurando que «lo importante es seguir adelante y cumplir con las medidas, que es lo que hace sentir seguro al cliente». Del mismo modo, recalca la importancia de mantener «una actitud positiva. Ahora es muy difícil, porque es una transición, pero al final la gente va a acostumbrarse».