La iglesia barroca de San Francisco Javier (Preciosa Sangre), situada en el corazón de la ciudad monumental, acabó su construcción en 1752 por iniciativa del cacereño Francisco de Vargas y Figueroa. Fue ocupada poco tiempo por los jesuitas, ya que la abandonaron en 1767 a raíz de la Pragmática Sanción que los expulsó de los territorios de la corona de España. Actualmente lleva diez años sin cultos, de ahí el acuerdo que pretende dar al templo un uso cultural, turístico y religioso que la mantenga abierta al público durante todo el año.