El proyecto de Vicente Arroyo ha sido valorado por el jurado por su "poética del gesto, el diálogo del edificio propuesto con el lugar y el dinamismo de los elementos murarios". De hecho, la capilla ideada por el equipo de la escuela se inspira en cercas que dividen el territorio y usa tapias que se superponen y generan el espacio, con muros que se ensanchan y estrechan.

En este lugar, el papel de la luz es fundamental porque se considera un elemento constructivo capaz de transformar los espacios. El edificio está polarizado en dos zonas: el altar y la capilla. Esta última con posibilidad de usarse para el culto y la cultura. El edificio combina el hormigón y la madera.

Lo más original es, sin duda, el campanario, atípico donde los haya y construido en horizontal aprovechando las curvas y desniveles del terreno donde se asienta.

Parte de una arquitectura sencilla, románica, donde la capilla, diseñada a través de un lenguaje reconocible, mira directamente a un río.