Hacía tiempo que Victoria no hablaba con su buen amigo Miguel. Estuvieron juntos cenando en su casa, una noche donde hubo libros y vino, en esos tiempos en los que la lectura, la charla y la comida se podían compartir alrededor de una mesa. Anoche Victoria se acordó de Miguel. Entonces le mandó un mensaje que decía así: "Tengo la impresión que de estos meses vamos a salir más mayores... como si hubiera un cambio en el tiempo, y hubieran pasado años en lugar de meses".

Entonces Miguel se acordó de una canción de Silvio Rodríguez que hacía tiempo que no escuchaba: "Como gasto papeles recordándote, como me haces hablar en el silencio, como no te me quitas de las ganas, aunque nadie me ve nunca contigo. Y cómo pasa el tiempo, que de pronto son años..."

El tiempo y su concepto. Miguel trató de quitarle hierro y le contestó a Victoria. "Coño, qué malo es estar sin peluquera". Pero era solo una frase para salir de un pensamiento que también a él le rondaba la mente. Se miró al espejo y, sí, se vio mucho más viejo. La mirada más perdida, las ojeras, la falta de aire en su cara, el sol de la mañana, la brisa de la noche. Las cosas comunes que han dejado de serlo. Tras la ventana veía el paso del autobús por Gil Cordero, se percató de que también ha cerrado el Vivaldi, donde tantas melodías de desayuno compartió con sus amigos. La gasolinera Mirat nos advierte de que aún seguimos vivos. En el Día, a las cuatro de la tarde, la misma vecina baja a diario, con una mascarilla que se ha hecho ella misma con un pañuelo. Guantes, una Comtessa, y una botella de vino tinto, de esas que Victoria y Miguel compartieron aquella noche de poesía.

De vuelta a la rutina, Miguel recibe un dibujo, es obra de Julián González de la Montaña, un gran dibujante que ha expuesto en varias ocasiones sus obras, que incluyen acuarelas. "A este bicho nos lo vamos a comer entre todos", asegura Joaquín con la Torre de Bujaco por bandera. Ojalá lo matemos y ojalá la vejez sea solo momentánea para que el tiempo pase rápido sin que nos parezcan años.