Para medir y evaluar las capacidades intelectuales de cualquier individuo, los psicólogos suelen aplicar ciertas pruebas sencillas y eficaces, consistentes en dar al interesado una serie de "ítems" sobre aspectos muy variados de nuestra personalidad, para que los conteste; y, a través de ellos, calificar su inteligencia, su sensibilidad, su capacidad de comprensión y entendimiento de los problemas corrientes, determinando con ello la posibilidad de que este individuo pueda hacerse cargo de ciertas responsabilidades con garantía de éxito.

Precisamente, en estas fechas tan apasionantes y apresuradas en las que todos los partidos políticos están inmersos en una interminable "campaña electoral", creo que es el momento oportuno para que la mayoría de los eventuales candidatos a ser concejales, diputados, alcaldes o ministros, se sometieran a algún "test" psicométrico: inteligencia, sensibilidad social, capacidad analítica de los problemas públicos, rectitud moral... cuyos resultados podrían orientar a los sufridos votantes en el delicado momento de escoger las papeletas para meterlas en las urnas.

Creo que los conocidos y repetidos "mítines", promesas electorales de lo más pintoresco, declaraciones a los medios afines, tertulias entre compinches --en la radio o en la "tele"-- y otras formas habituales de "enganchar" a los ciudadanos con derecho a voto, no son fiables para que la gente corriente deposite su sufragio con conocimiento de causa, y con la conciencia tranquila de haber votado a los mejores.

Cada vez que oigo, en alguno de estos montajes teatrales perfectamente ensayados en los que suelen consistir las campañas electorales, que el aspirante ha superado la "herencia recibida", que va a aumentar en varios millones los puestos de trabajo, que va a bajar los impuestos y, con lo que sobre, va a subir las pensiones, me convenzo más y más de la necesidad de "test de inteligencia", de pruebas objetivas de "nivel de comprensión sensorial" y de exámenes rigurosos de "honestidad moral" para que los electores sepan a quien van a entregar las riendas de sus destinos en los próximos años.

La costumbre implantada por los grandes "aparatos" electorales, fueren del partido que fueren, de enviar por toda la geografía electoral a cientos de "canarios flauta" para repetir la misma cantinela por plazas y mercados de todo el país, reiterando hasta la saciedad los mismos argumentos y razones, promesas e invenciones de los candidatos; pone de manifiesto la torpeza dialéctica de los "coordinadores de campaña" que creen --como creía Göbbels-- que una mentira, repetida muchas veces, se convierte en verdad, entre las masas.

Los tópicos, desinformaciones generalizadas, "dimes y diretes" sobre los contrarios y otras manifestaciones de pobreza argumental, se han convertido, a lo largo de esta interminable prédica política, en "mantras" y versículos constantemente reiterados por los candidatos; que ya no escuchaban más que sus incondicionales, chillando aclamaciones y adhesiones, mil veces repetidas.

Posiblemente, los actos electorales menos televisivos y menos difundidos por los medios más poderosos, hayan sido los de mayor interés para el electorado inteligente.