La Audiencia Provincial acoge estos días el juicio con jurado popular del asesinato ocurrido el 5 de abril del año pasado en Miajadas, del que está acusado Juan Francisco P. R., de 46 años.

A éste le señalaron ayer varios testigos como el autor de los disparos que causaron la muerte de J. P. F. C., un conocido conductor de ambulancias que contaba 40 años cuando fue asesinado. Lo hizo la hija del fallecido que, con tan sólo 11 años, presenció el suceso del que ayer, visiblemente afectada, recordó haber visto como el procesado bajaba de su coche y por la ventanilla de la ambulancia de su padre disparó varias veces contra él.

También señaló al procesado un vecino que, aunque reconoció que no le vio disparar, sí con el arma. "Oí las detonaciones, que no identifiqué como disparos ni presté atención hasta que escuché a una niña gritar llamando a su abuelo y diciendo que habían matado a su padre. Entonces salí de la cochera y vi al acusado que, tranquilo, se dirigía con una pistola en la mano hacia un coche, subió y se fue".

Precisamente el tema de la pistola utilizada en el crimen, que aún no ha aparecido, fue ampliamente tratado en el juicio. Al respecto, el procesado sí recordó que se la había comprado en Valencia a un compañero marroquí que necesitaba dinero, pero no haberla disparado y escondido. "Si supiera dónde está lo diría, pero no lo sé", aseguró.

TESTIMONIOS Y PRUEBAS El juicio contra Juan Francisco P. R., que continuará hoy, se inició ayer a las 10.30 horas con la selección del jurado --cinco hombres y seis mujeres, dos de éstas suplentes-- que habrá de determinar si es o no culpable de los delitos que se le imputan: asesinato y tenencia ilícita de armas.

Siguió la declaración del procesado, que no negó los hechos, pero sí aseguró que no recordaba muy bien todo lo que ocurrió el día del crimen. "Mi cabeza estaba mal y aún sigue mal, pues desde que ocurrió lo de mi hija mi vida está deshecha", dijo.

Con esta declaración se unía el caso del asesinato de J. P., con otro anterior, la condena del fallecido y otros tres amigos por un delito de inducción a la prostitución, siendo la víctima una hija del acusado. Por ello, los otros tres implicados declararon ayer haber visto en el crimen de J. P. una venganza que les hizo temer también por sus vidas.

El acusado negó este extremo, e insistió una y otra vez en que nunca pensó en matar a nadie y que no recordaba haber disparado, aunque las pruebas practicadas en su día determinaron que en sus manos había restos de pólvora. Así lo pusieron de manifiesto los dos guardias civiles, del Departamento de Química del Servicio de Criminalística de Madrid, que analizaron las pruebas y ayer, por videoconferencia y desde la Audiencia de Madrid, declararon en el juicio.