A Eduardo todos le conocen en Cáceres por Tiburón o por su apócope Tibu. Nació en Madrid y veraneaba todos los años en La Garrovilla, un pueblo de Badajoz, de donde era parte de su familia. El destino lo trajo en los 90 hasta Cáceres. Lo hizo en autobús. Pasado Plasenzuela el conductor tomó la recta y Tibu vio la ciudad al fondo, iluminada como una postal. ¿Quién le iba a decir a aquel joven camarero que trabajaba en su ciudad natal que a partir de aquella noche se quedaría aquí para siempre?

En la capital cacereña montó La Hacienda en la calle Niza. Aquel fue un sitio que marcó tendencias porque recordaba mucho al Marc Gregor, que estaba en Antonio Silva y que después se llamó Lorien. La Hacienda también daba aire al Drinki Pub, que estaba al lado de la cafetería Fara. Después de 10 años, Tibu decidió cambiar, irse a Doctor Fleming y abrir Teeboo, hasta que finalmente apostó por La Terraza del Parque del Príncipe, negocio que regentaba en la actualidad.

La vida, sin embargo, a veces juega malas pasadas y a Tibu se la jugó hace poco tras el fallo judicial que condenó a once hosteleros por los ruidos de La Madrila. Este sábado, coincidiendo con su cumpleaños, sus amigos han querido recordarlo. Organizaron una fiesta entrañable en su local. «Se encuentra muy optimista y anímicamente bien. Está haciendo cursos de deporte y leyendo muchísimo. Tiene esperanzas de conseguir el tercer grado y ojalá pueda pasar las Navidades en casa», explica uno de los invitados.

En el ágape no faltó la tarta con la leyenda: ‘Feliz cumpleaños, Tibu, te queremos’, ni tampoco una imagen de Eduardo a tamaño real hecha en cartón, que adornaba el bar y que fue el foco de atención de los selfies y fotos de los asistentes. La cárcel es un lugar inhóspito y duro, de manera que saber que fuera hay gente que te espera es un alivio y una esperanza. Acaba de cumplir 49 años, pero sus amigos ya le retan: «Tibu, al año que viene los 50; tendrás que hacer un fiestón, pero bien grande».

En la edición en papel publicada con fecha de 3 de diciembre se indicó por error que Eduardo Rodríguez había recibido durante esa fiesta una llamada a la prisión, hecho que fuentes bien informadas desmintieron de forma tajante.