Julián Rocha ha presentado una demanda contra el PREX, partido con el que se presentó a unas elecciones porque se siente estafado. No es el primero ni será el último.

Mientras los candidatos de los grandes partidos no deben preocuparse por la financiación de las campañas, los de los partidos pequeños suelen cargar con los gastos de cartelería, publicidad en prensa y radio, viajes y alquileres de taxis para que el jefe viaje sin molestias.

El partido pequeño busca una persona que tenga alguna relevancia social y le vende una concejalía o un acta de diputado. Si en el protagonista existe voluntad de trabajar por la comunidad, ambición política, deseos de figurar o las tres cosas a la vez, ya está dispuesta la pieza, pues además de novato es un ingenuo. Entonces comienza el acoso para la financiación. "Tú firmas un préstamo bancario que luego se cancela con el dinero que nos paga el Estado por los votos que saquemos".

Y como la previsión es que saquen muchos votos y no menos concejales, el primo firma tan contento. Pero la voluntad de los votantes no coincide con la del profeta y mira por donde no sacan ni un edil. ¿Quién paga los créditos? Quien los ha firmado. ¿Y si los han firmado varios? El que tiene un sueldo fijo. Naturalmente eso no pasa cuando los partidos los fundan los poderes fácticos, como ya se sabe.

Claro que hay atracos más flagrantes. A veces se sacan unos cuantos concejales y diputados, el Estado paga un dinero al partido, los cargos también cobran, pero el préstamo lo paga el iluso.

En fin, que si no fuiste lo suficientemente listo como para prever la jugada lo mejor es pagar y callar, porque si la gente se entera, encima te llamará tonto. Mientras, el partido busca otro caballo blanco para las próximas elecciones.