Desde que el ferrocarril hiciese parada y estación en Cáceres, fueron numerosos los cambios que la ciudad habría de conocer en un corto periodo de tiempo. Uno de estos cambios afectaría a la propia estructura urbana de la vieja fortaleza amurallada que se hacía rodear, desde la Edad Media, por un arrabal artesano y menestral que giraba en torno a una plaza pública donde se ubicaba el Ayuntamiento y el comercio local.

La llegada del Ferrocarril supone que la ciudad inicie un proceso de desarrollo urbano en dirección al nuevo centro de comunicación. Desde 1881 se suceden distintos proyectos para la construcción de un parque en lo que se denominaba las Afueras de San Antón, un espacio que llegaba hasta el Parador del Carmen desde el cual, siguiendo la actual avenida de Portugal, se accedía a la estación de ferrocarril.

El paseo de las Afueras de San Antón se inauguró en 1895 y cambió de nombre a partir de 1897, en desagravio por el asesinato del entonces presidente del gobierno Antonio Cánovas del Castillo. Este parque urbano se ha convertido con el paso de los años en el centro comercial y de servicios de la ciudad. El parque de Cánovas es la columna vertebral en torno a la cual se ha concebido gran parte del desarrollo urbano local en lo últimos 100 años.

Al margen de cuestiones urbanísticas, Cánovas es ya una parte importante de la ciudad y de sus gentes. Es el lugar de ocio donde han jugado de niños, fue zona para el galanteo en las tardes de domingo, donde pacientes pasearon con sus hijos pequeños, lugar elegido para jubilados en su reposo matutino. El parque tiene su historia y también sus personajes y sus lugares; las añejas fotos en el caballo de Caldera , la estatua de Gabriel y Galán en torno a la cual se juntan poetas de la tierra el 6 de enero, el bombo donde la Banda Municipal amenizó mañanas de domingo, la Fuente Luminosa convertida en atracción mágica de agua y luz para los primeros cacereños que la disfrutaron.

El parque de Cánovas es un espacio presente, en la historia y en los sentimientos, de muchas generaciones de cacereños, lo cual lo convierte en una pieza elemental del patrimonio artístico y natural de la ciudad.