Debe ser una gozada ser propietario, o usufructuario, de una torre como la de los Púlpitos. No por sus dimensiones, pues no sé si superará los cuatro metros cuadrados, lo que en comparación con tus latifundios es una minucia. Tampoco por su rentabilidad, que es nula. Pero hay que ver lo que mola. Porque puedes invitar a tus amistades, gentes de títulos y prebendas naturalmente, y presumir ante ellos. Es verdad que ya no hay corridas, de toros, en la plaza, ni justas o torneos, y por lo tanto te han privado de algún espectáculo, pero quedan muchos otros. Por ejemplo, el día del Corpus. Mientras el populacho se apretuja abajo intentando sacar la gaita para ver a los niños de Primera Comunión, tú apareces en la torre oteando el horizonte hasta más allá el Guadiloba, por donde se extienden tus propiedades. No digamos durante el Womad, pues permaneces inmune a los orines, los olores y los perros. Y con la bajada de la Virgen puedes llegar al orgasmo.

Claro que antes de presumir de torre debes pagar la hipoteca de tu casita de 70 metros. Porque aquí todos nos conocemos y alguno dirá: "Mira ese. Mucho presumir de torre y no puede pagar la hipoteca". No tengas ínfulas de señor feudal y confórmate con ser un ciudadano.