Al igual que San Salvador y La Abundancia, La Esmeralda se convirtió en una de las minas más extensas, con 120.000 metros cuadrados. Pero su rasgo más significativo es el complejo que rodea al pozo, formado, entre otras instalaciones, por la única chimenea que se conserva de los viejos hornos, también por las únicas torres de acero de los depósitos que abastecían de agua a Cáceres, y por otro conjunto de casas que cobijaban a los mineros que vivían junto al pozo (aunque en este caso no formaban un recinto cerrado común). El atractivo de todo el entramado es indudable.

Además tiene bastante antigüedad. La concesión de la mina data de 1878, si bien los historiadores Jiménez Berrocal, García Moya y Martín Borreguero consideran que la explotación pudo comenzar incluso antes. La sobreabundancia de agua del Calerizo, hasta tal punto que el nivel freático obligaba a la empresa a mantener sus bombas las 24 horas para evitar la inundación de las galerías, se utilizó pronto para realizar la primera canalización hasta la ciudad, con la creación de la Compañía de Aguas de Cáceres en 1899.

Este abastecimiento ha llegado a muchos hogares hasta el año 2003. Sin embargo, el expolio indiscriminado hizo desaparecer el pasado verano la parte superior de las torres de acero, mientras que el resto de La Esmeralda se desmorona.