El bazar de Mohamed Aboufaris en los soportales de la plaza Mayor es uno de los puntos de referencia para la comunidad magrebí que reside en la capital cacereña. Allí se reúnen a diario marroquíes, tunecinos y argelinos para ahuyentar la soledad y echar una mano a los que acaban de llegar.

Mohamed, de 38 años, es ya un veterano en la carrera de fondo por hacerse un sitio en la sociedad. Llegó de Marruecos hace casi 22 años y se instaló en Cáceres adonde había llegado antes su padre, que le ayudó a instalarse. "Me siento más cacereño que marroquí", asegura. Recuerda sin dificultades su llegada a la ciudad a los 17 años y los tiempos de vendedor ambulante en el Mercado Franco de Camino Llano. Ahora su esfuerzo le ha permitido regentar su propio negocio, en el que el flujo de gente es constante. "Trabajando honradamente se puede lograr lo que quieras", señala.

Divorciado hace siete años de una extremeña, Mohamed tiene un hijo de 12 años y señala que su forma de vida le ha permitido ganarse el respeto del resto: "No bebo alcohol ni salgo de mal rollo. Hay que demostrar lo que eres en cultura y trabajo".

En cuanto a la religión, dice que no es practicante pero que "tiene su fe" y defiende el derecho "a tomar una copa con los amigos cuando haya que hacerlo". Mohamed vuelve cada año a su país para ver a su familia y critica "a los jefes de España y de Marruecos" por la tragedia de las pateras que, dice, se solucionaría con un pacto entre los Estados "porque el mar se ha tragado ya lo que no nos podemos imaginar". Mohamed ha conseguido ya el objetivo que otros añoran todavía. Y nadie le ha regalado nada.