El domingo pasado, en este mismo periódico, publicábamos una noticia preocupante: el número de mayores de 65 casi dobla a los jóvenes de 20 a 29 años en la ciudad, de la que, por cierto, más del 60% de personas que se han marchado se corresponden con este último tramo de edad. En esa información, expertos de la Universidad de Extremadura alertaban de la necesidad de crear empleo para frenar el envejecimiento que sufre la capital. El problema no es que haya personas mayores, claro que no, el problema es que no hay jóvenes. Y eso es un drama.

Entretanto, la Socimi Castellana Propertie (Sociedad Cotizada Anónima de Inversión en el Mercado Inmobiliario) abrirá un cine de última generación en el centro comercial El Faro de Badajoz de la mano de Yelmo Cines, que contará con lo último en sonido e imagen y comodidad para el espectador, así como grandes pantallas. El nuevo espacio de ocio, que se abrirá entre abril y junio de 2020, tendrá 7 salas y 2.900 metros cuadrados.

La sociedad ha anunciado una inversión de casi 30 millones de euros en sus centros comerciales de Badajoz, Cádiz y Sevilla para mejorar la oferta comercial e incrementar las propuestas de ocio, restauración y moda. La renovación de estas instalaciones supondrá la generación de aproximadamente 700 puestos de trabajo directos a través de los nuevos establecimientos que se abrirán en estos tres centros comerciales y de otros 650 indirectos durante el periodo de reforma y reconfiguración de los mismos.

Si una cadena con estas perspectivas invierte en Badajoz y no lo hace en Cáceres es, indudablemente, porque ve que su mercado de negocio está en esa capital de Extremadura y no en otra. Me dirán que aquí nos están haciendo un hospital y también la ronda este, pero yo me pregunto, sin desmerecer ambas infraestructuras tan importantes, si no va siendo hora de atraer además a grandes empresas y negocios a nuestra ciudad para que se creen puestos de trabajo duraderos en el tiempo. Hasta que eso no ocurra, mal vamos.

VIRGEN DE GUADALUPE / Estos días, sin ir más lejos, se está rematando la obra de rehabilitación de la avenida Virgen de Guadalupe, una actuación que, sinceramente, no entiendo, porque la calle se va a quedar como estaba, solo que con menos plazas de aparcamiento. Definitivamente tampoco es un proyecto que vaya a generar empleo, porque su reforma no incluía, erráticamente, un plan a largo plazo capaz de atraer a nuevos inversores, al menos del sector de la hostelería o la moda. Virgen de Guadalupe, que para mí siempre será el Paseo de las Acacias, hubiera merecido más. Por ejemplo, El Corte Inglés, que nunca llegó por los dimes y diretes de unos partidos que en el Ayuntamiento de Cáceres no supieron desatascar la situación, y que hubiera sido una indiscutible inyección de puestos de trabajo.

Y es que, si tiramos de historia local, pronto nos daremos cuenta de la relevancia que Las Acacias tuvo para nuestra ciudad y como, con el paso del tiempo, se fue desatendiendo por parte de la administración municipal. Allí estuvo, sin ir más lejos, La Polar, una fabrica de hielo de las tres que había en Cáceres. Las otras dos fueron La Providencia, en Aguas Vivas (que Manuel Lucas adquirió en los años 30 aunque fue construida por Castel), y la de la calle San Justo, que abrieron Francisca Lucas Pérez, hija de Manuel Lucas, y su marido, Marcelino Pacheco.

La Polar estaba situada donde hoy está la oficina central de Unicaja (aunque para muchos sigue siendo el Caja Duero de Virgen de Guadalupe), y la regentaba el maestro y constructor José Montes Pintado. Llegado el buen tiempo, los de La Polar aprovechaban el bulevar para instalar mesas donde servían sus propias gaseosas. Aunque, todo hay que decirlo, lo que más recordamos los cacereños de La Polar es el burro que tiraba del carro con el que esta fábrica repartía sus mercancías, un célebre y fogoso asno cuya anécdota más divulgada la protagonizó en una Feria de Mayo, cuando al olisquear a una burra que estaba alta, el animal perdió el control y, enfundado por su enorme badajo, se lanzó como un poseso sobre la hembra; cuentan que entre diez hombres no fueron capaces de sujetarlo. Sepan que el burro era tan ardiente que cuando veía salir a las mujeres de misa no tardaba en mostrarles su salud imponente. De ahí que en Cáceres se hiciera famoso el dicho de: «Eres más cachondo que el burro de la Polar».

Justo enfrente de La Polar estaba el quiosco Los Naranjos, donde servían unos bocadillos de calamares riquísimos; más arriba, el Hotel Extremadura, cuna y cita de los mejores toreros y artistas que ha dado este país, y a un paso, el cine de verano, en cuyo terraplén los niños se arremolinaban para ver las películas de gañote porque no tenían dinero con el que pagar las entradas o porque la peli acumulaba más decibelios de los permitidos.

Eran los años en que en Virgen de Guadalupe estaba la Huerta de la señora Juani, madre de Mimi (el del quiosco de periódicos de Moctezuma), y donde pasaban más vidas que coches. ¡Ay, nostalgia en estado puro! Hoy, esta avenida de encanto romántico (aunque menos que en el pasado, claro) intenta sobrevivir. Lo hace de la mano de empresarios como Juanma Morán, que en su peluquería Vogue Style de la calle Viena lleva dos años, aunque acumula cuatro como profesional después de disfrutar apasionadamente de su trabajo como futbolista. La labor principal de Juanma es el estilismo, cuidado del cabello y de la barba, pero en definitiva es también un cuidador del alma de sus clientes. Ahora ha hecho una bonita reforma y ha convertido su espacio es un auténtico paraíso.

También lucha en Virgen de Guadalupe Fidel Amado, propietario de Vettonia desde hace 12 años; un gran profesional de la hostelería que ha hecho de su cafetería un referente donde no faltan los desayunos, los huevos rotos, las hamburguesas y la ensalada de perdiz, auténticas delicias. Y enfrente, Quinta Avenida, propiedad de Elena Lomas y Elena Macías y con Javier Patrón como empleado. Nueve años lleva al quite esta preciosa tienda de decoración capaz de hacer de tu casa un espacio acogedor y feliz. Algo así es lo que querríamos muchos para Cáceres: no vivir del pasado, pero sí de aquella esencia de la felicidad de antes, cuando no hacía falta mirar para Badajoz porque aquí lo teníamos todo, hasta el burro de La Polar, fíjense ustedes.