Beatriz Oliveira fue incinerada ayer por la mañana. Sus tres hermanas, llegadas la noche antes desde Elvas (Portugal), esperaban a la una de la tarde en el crematorio cacereño a que les entregaran sus cenizas y llevárselas a Elvas.

Mientras, el 5º D del número 19 de la calle Germán Sellers de Paz, en Aldea Moret, seguía ayer precintado por la policía. El hollín cubría puertas y paredes del rellano y desde él podía apreciarse parte del salón calcinado donde murió la noche antes carbonizada La portuguesa , como se conocía a la víctima.

Los restos de la tragedia seguían intactos, quemados y negros, como habían sido los últimos días de esta mujer, según relataron a este diario tanto sus hermanas como varias de las vecinas del bloque. "Llevaba 14 días sin comer, tenía una anemia grandísima, pero los médicos dijeron que no tenía dolencia para estar en el hospital", afirma una hermana.

Reacción familiar

La familia no se explica cómo no la ingresaban, aunque, a pesar de ello, aseguran que no emprenderán acciones legales contra la Administración. "Dios ha querido que sea así, ya no vamos a adelantar nada", dice el sobrino.

Beatriz Oliveira vivía de una paga social, sola, a veces acompañada por algún amigo. Angeles Palacio, la presidenta del bloque, había llamado los días antes varias veces a los servicios sanitarios y sociales para que la atendieran y gestionaba con la familia su ingreso en un centro. Probablemente, ella fue la última persona que la vio con vida.

Dos horas antes del incendio había subido a llevarle la merienda. "Estaba sola. Me dijo que le apagara la luz y la tele --relata Palacios--. Se echó a llorar porque decía que yo había asustado a sus hermanas. La veía muy mal y las llamé. Una de ellas estuvo aquí el jueves".

La hermana se marchó el mismo día y Beatriz volvió a quedarse sola. "Las vecinas hemos sido las que hemos estado pendientes de ella, aunque habíamos tenido antes algunos problemas", reconoce. "No era mala persona, no se metía con nadie, pero a veces la gente que traía al piso era poco recomendable".

Esta vecina señala que apenas se podía mover, ni incorporarse para beber y se hacía sus necesidades encima. Cree que se le pudo caer el pie del sofá y que el pijama prendió en el brasero. "Sin fuerzas, no pudo huir o pedir auxilio", especula otra hermana.

Beatriz Oliveira, de 46 años, tenía antecedentes por drogadicción, frecuentaba entornos marginales y sufría una enfermedad crónica. "Hace un mes su pareja le dio una paliza, estuvo la policía aquí y desde entonces no salió de casa, excepto para ir al hospital aunque no la ingresaban y volvía a casa en ambulancia", relata Palacios. "La culpa la han tenido los médicos, por su abandono", estima. Otras vecinas del bloque expresan la misma opinión.

La Consejería de Sanidad confirma que en los últimos meses había acudido en más de 30 ocasiones a los servicios de urgencias hospitalarios. Las últimas habían sido el día 14, al hospital Nuestra Señora de la Montaña, donde la atendieron en Psiquiatría, y el día 16, en urgencias del San Pedro. "Se le daba un calmante porque no se podía hacer nada más --explicaron fuentes de la consejería--. No tenía alternativa terapéutica y se le daba el alta".

El juzgado número 1 ha abierto las diligencias habituales en estos casos, aunque se ha confirmado la muerte accidental tras practicar la autopsia al cadáver, según fuentes judiciales.

Victoriano Cilleros, el vecino del 5ºB de 38 años, sigue hospitalizado en la cuarta planta del San Pedro de Alcántara. Se recupera favorablemente de la intoxicación por monóxido de carbono que sufrió al intentar socorrer a la mujer. "Cuando él entró, ya estaba calcinada y había grandes llamas", cuenta su hermana. Ayer todo eran cenizas.