El doble crimen de Gredos sacudió el pasado lunes a este tranquilo residencial situado al norte de la Mejostilla, donde a primera hora de la mañana fueron hallados los cuerpos sin vida del matrimonio formado por Manuel Barra y Consuelo Quintanilla, de 72 y 64 años, respectivamente. El, un conocido empresario cacereño que regentaba un negocio de plásticos y papel en Puente Vadillo; ella, una mujer rubia y de magnífica presencia, a quienes en el barrio se conocía mucho tras diez años viviendo en el número 63 de la calle Peñalara.

Tendidos en camas distintas y con disparos de escopeta, los cadáveres fueron hallados por un familiar que acudió a la casa el lunes, preocupado por que la pareja no respondiera al teléfono. A partir de entonces, la tragedia empezó a tomar forma: la ambulancia, la policía científica, los vecinos en la calle sin dar crédito a lo ocurrido, hasta que el juez ordenó el levantamiento de los cadáveres pasada la una de la tarde. Nadie sabía en aquel momento dónde estaba Carlos, uno de los seis hijos de la pareja y el único que seguía viviendo con ellos.

Nada anormal

Sobresaltados por lo ocurrido, los vecinos de Gredos no podían creerse lo que había pasado. Nadie escuchó disparos ni vio nada anormal antes de que los cuerpos fueran encontrados en el domicilio. A Manuel Barra le conocían en el barrio porque era un tipo de buen carácter, dicharachero y generoso, que solía acudir todos los domingos a la multitienda de Adolfo, en una calle perpendicular a la suya, a comprar el periódico. El pasado domingo ya no se presentó, tras habérsele visto en la noche del sábado en uno de los bares de la zona.

La noticia del crimen corrió como la pólvora por la ciudad. Los Barra son una familia amplia y popular por la empresa de papel y plástico. De hecho, en el mismo barrio donde ocurrió el suceso servían a varios establecimientos. En el residencial Gredos, aún conmocionado, no se explican qué pudo ocurrir mientras se preguntaba por el paradero del hijo de la pareja que residía con ella.

En una impresionante muestra de duelo, Santiago acogió el pasado martes el funeral por el matrimonio asesinado. En un día lluvioso, la iglesia se quedó pequeña para dar a cabida a todas las personas que acudieron a dar su último adiós a Manuel Barra y Consuelo Quintanilla. Todos buscaban explicaciones a una tragedia por resolver.