Cantar por amor al arte. Eso es lo que viene haciendo en los últimos cuarenta años el Orfeón Cacereño. Esta composición coral, la decana de la región, representa la voz de la ciudad allá donde va y, en estos años, ha ido lejos: Israel, Roma, París, Viena... Hoy el orfeón tiene treinta miembros permanentes, hombres y mujeres a partes iguales, y entre ellos aún figuran algunos de sus fundadores de hace cuatro décadas: Petri Serrano, Gonzalo Rueda, José Luis Polo, Elena Galán...

Ninguno cobra. Las escuálidas subvenciones que reciben llegan apenas para pagar algún desplazamiento. Ensayan --cuatro horas a la semana-- en un local prestado del ayuntamiento sin la acústica adecuada y con frío en invierno y calor en verano. Deben cuidarse de bebidas frías, del tabaco y del invierno para que sus gargantas sigan en forma. Mucho sacrificio. Sin embargo, no dejan de alzar sus voces a capella.

¿Por qué? "Por afición", responde su actual directora, María del Castillo Ventosa Cossío, profesora de piano del Conservatorio de Plasencia. "A pesar del sacrificio, es muy satisfactorio poder transmitir lo que uno sabe hacer, cantar y que te escuchen".

Sobrevivir del aire

"Poder viajar es otro aliciente --añade Ventosa Cossío--, pero la falta de dinero impide que lo hagamos más". El presidente de la agrupación, Jesús Marcos, se lamenta de que no hayan podido atender varias invitaciones de actuar en Portugal porque no pueden pagarse el viaje. "Tendríamos que ponerlo de nuestro bolsillo y es una pena --argumenta--, porque el orfeón representa a Cáceres allá donde va". De hecho, actúa en sus festividades más importantes: la bajada de la Virgen de la Montaña, San Jorge o Semana Santa.

Pero además, ha llevado el nombre de la ciudad a lugares tan remotos como Israel, en la Navidad de 1988 ofreció una misa cantada en Belén; o Roma, en el Vaticano, para la beatificación del obispo Manuel García González.

Ese caché no le ha servido de mucho. La diputación provincial retiró hace más de 10 años la subvención que sostenía económicamente a esta masa coral y, desde entonces, su supervivencia se debe únicamente al tesón de sus integrantes. "Sobrevive del aire", asegura Ventosa.

Actualmente el ayuntamiento sufraga una parte de los gastos de las actuaciones internacionales y les ha cedido un lugar para ensayar en la casa de cultura Rodríguez Moñino que, aunque es "precario", al menos "es un techo bajo el que cantar".

También a veces, alguna entidad financiera colabora en conciertos. Punto. No reciben un duro más. De hecho, su vestuario tiene al menos ya diez años. Otros grupos corales han implantado una cuota de sus miembros para financiarse, pero el Orfeón Cacereño aún se resiste a adoptar esta medida. Reclaman la ayuda institucional y, sobre todo, una sede social.

Nuevas voces

A estas penurias domésticas, se suma la carencia generalizada de voces jóvenes en las masas corales. La edad media de los miembros del orfeón es de 45 años. "Es mucho sacrificio y los jóvenes no quieren", explica la directora. El 3 de febrero (19.30, casa de cultura Rodríguez Moñino), harán una audición a nuevos que deseen incorporarse.

Los contratiempos parecen pocos para quitarles la ilusión por cantar y difundir la música polifónica. Y ahí están cada jueves y viernes entonando sus voces, preparando el repertorio, ensayando, machacando y puliendo. Su próxima actuación: el día 27 en el Gran Teatro, en un recital benéfico a favor de los damnificados por el tsunami. También estarán en la Semana Sacra de Plasencia y en la presentación de la Semana Santa de Cáceres en Zaragoza.

La directora es la única que tiene conocimientos musicales, el resto de los miembros del grupo son aficionados y aprenden de oído. "Con anotaciones en morse en los papeles --dice María del Castillo Ventosa-- y a base de mucho esfuerzo". Cantar es la recompensa.