Pocas veces un camarero que haya servido una tenca habrá obtenido como respuesta un gracias, un obrigado o un eskerrik asko. Tres diferentes formas de agradecer (en español, portugués y euskera) que resumen lo que vivió ayer el municipio de Piedras Albas, el más pequeño de la Mancomunidad Tajo-Salor con tan solo 160 habitantes, durante la XXVIII Edición de la Fiesta de la Tenca. Alrededor de 3.500 personas acudieron a la localidad transfronteriza al olor de los 300 kilos del delicioso pescado. "El aceite tiene que estar calentito. Se pone un poquito de sal y se fríen hasta que quedan crujientes", recetó Vicente Motino, uno de los cocineros.

"Aquí se han juntado hoy las dos naturalezas del pueblo: su carácter extremeño y la emigración que se dio durante las décadas de los cincuenta y sesenta", explicó Víctor García, alcalde de la localidad. No en vano, fueron muchos los piedrasalbeños que abandonaron su hogar en esos años para vivir, sobre todo, en Vitoria y en Alsasua, Navarra. "Se han metido en torno a 4.000 personas en un casco urbano dimensionado para 1.200. Significa un desafío logístico de primera magnitud", prosiguió. Y es que las colas, aunque fluidas, comenzaron a montarse sobre la una de la tarde en la plaza de la Concordia y se extendieron un par de horas por la tarde.

Piedras Albas fue una fiesta durante todo el día. Antes siquiera de empezase a repartirlas, el cocinero y profesor de la Escuela de Hostelería de Mérida, José Manuel Galán, impartió un taller para niños y otro para adultos en los que realizó un par de guiños a las gastronomías lusa y vasca con la tenca como protagonista principal. "Hemos hecho cuatro platos: un tiradito, un gazpacho, una tempura en honor a los conquistadores portugueses que llevaron los rebozados a Asia y otro dándole el mismo tratamiento que a las anchoas en el Cantábrico. Se han acercado unas 50 personas. Se nos ha desbordado", reconoció.

Algunos de los momentos más esperados tardarían en llegar. La entrega de las Tencas de Oro no se encontraba prevista hasta pasadas las diez de la noche. Entonces, representantes de la Mancomunidad de Sierra de Gata, de la Federación de Asociaciones de Casas de Extremadura de Euskadi y la cantante portuguesa Dulce Pontes recogieron sus respectivos premios. Los dos últimos definen el carácter de la fiesta de ayer. "Dulce es quien suena en nuestras radios. Tiene elementos de familiaridad", comentó Víctor García sobre la lusa. "Los extremeños y descendientes somos el 10% de la población de Euskadi, unos 200.000 en total. El galardón supone una gran alegría y una forma de dar a conocer esta tradición a nivel internacional", opinó, por su parte, Enrique García, presidente de la federación.

La jornada festiva la endulzaron aún más la charanga La Séptima Cuadrilla, de Malpartida de Cáceres, los cabezudos, un mercado de artesanía y gastronomía y varios talleres infantiles. "El sentido que le queríamos dar a la fiesta suponía reforzar los lazos con Portugal y Euskadi. Hemos conseguido mostrar que desde los pueblos pequeños también se puede recibir a 3.300 personas y hacerlo muy bien", finalizó, por su parte, Rafael Pacheco, presidente de la Mancomunidad.