En manuscritos que se conservan en la madrileña Academia de la Historia, el beneficiado de Ledesma (Salamanca), Gaspar de Castro, que visitó Cáceres en 1550, da testimonio de que en su muralla pudo contemplar cuatro puertas romanas. Hoy solamente queda una. Pero para hallar esta noticia, debe recurrirse a un archivo que no se encuentra en Cáceres. Difícilmente podría averiguarse el dato en los archivos locales. Porque en paralelo a la destrucción de nuestros monumentos, se produce la de los documentos que daban fe de su existencia. Nuestros archivos sobresalen más por lo que les falta que por lo que conservan. Buen ejemplo de ello podría ser el Archivo Municipal, en cuya colección de Libros de Actas Municipales puede que existan más huecos que volúmenes para consulta.

Hace solo unos meses muchos firmamos ingenuamente en el libro promocional de la capitalidad europea de la cultura para Cáceres en el 2016... pero con la política que parece decidido a llevar contra viento y marea el gobierno municipal, es dudoso que podamos alcanzar tal distinción. Con política tal hay un título al que sí podría aspirar legítimamente Cáceres: al de ciudad europea que más y mejor destruye su patrimonio heredado. Y hay que reconocer una cierta habilidad a esta tarea, porque no deja de tener su mérito destruir patrimonio con fondos europeos destinados a conservarlo. Como lo tiene engatusar a unos vecinos con la falsa moneda de que les van a arreglar el tráfico o de que no les tiran su puente...

El tráfico sólo podía haberse arreglado con la ronda este, que no fueron capaces de lograr del gobierno central --del PP-- en ocho años de torpe gestión municipal. Mala solución es tratar de canalizarlo por las antiguas calles de la ciudad, sobre todo cuando se toleraron en su día actuaciones caóticas y anárquicas, como las de los números 5, 7 y 21A de Miralrío, que estrangulan la calle al invadirla... Tal vez son estas construcciones las que podrían haberse expropiado para su demolición, en lugar de las más antiguas de la alineación opuesta.

Se tira el puente de San Francisco, solución natural que salva los fuertes desniveles de la zona, para sustituirlo por una rotonda rampante contra natura que distribuirá los atascos de circulación entre las calles adyacentes, en una operación de cirugía agresiva de dudosa eficacia, que introduce un elemento ingenieril, prosaico, de un urbanismo anónimo, sin raíces y descontextualizado al borde mismo de un barrio de fuerte raigambre popular.

Se afirma que el puente no tenía valor histórico. Falso. Como decía Fátima Martín-Pedrilla, con ocasión de la remodelación anterior, se trata de "un lugar impregnado con solera de siglos" (EXTREMADURA, 17-10-1972, p. 5).

El puente, que ha sufrido sucesivas remodelaciones (las últimas en 1799 y 1973), sin duda existía en época romana, dando acceso a la ciudad desde la Vía de la Plata, porque el desnivel requería un elemento que lo salvase y los romanos tenían un gran sentido práctico. Hoy, no parece que la fortuna sea propicia a esta zona. La trayectoria destructiva del municipio cacereño la está convirtiendo en una especie de triángulo de las Bermudas en el que todo acaba desapareciendo... A principios del siglo XX se destruyó la Ermita del Humilladero, que sustituía al antiguo sacelo romano, símbolo de buenos augurios a la entrada misma de la ciudad, a poca distancia del puente.

Por los años noventa se eliminaron dos miliarios romanos de la antigua calzada, a pesar de que se dio noticia de su descubrimiento en la prensa. Uno de ellos al menos tenía un gran valor histórico, puesto que conservaba la inscripción de Domiciano, lo que lo convertía prácticamente en pieza única en el mundo, dada la damnatio memoriae que recayó sobre el emperador, cuyo nombre fue borrado de todos los monumentos en los que figuraba. De todos, menos de este miliario cacereño, que acabó, al parecer, enterrado en un vertedero de escombros sin que nadie supiera dar razón del mismo y sin que se exigieran responsabilidades a quien cometió la tropelía.

La zona no parece ser objeto de la menor estima municipal: la ribera no se limpia de maleza ni se mantiene; las huertas del Ayuntamiento están abandonadas. Sucesivamente fueron cayendo el puente acueducto de Fuente Fría, el viejo molino... Y ahora, el puente. Y el deterioro causado al pilón que se pretende levantar, en el que se han desportillado varias piezas.

Poco a poco, se van borrando las señas de identidad que hacen reconocible y entrañable a un lugar. Y todo para resolver algo técnico --el tráfico-- que tendría soluciones alternativas, con asesoramiento adecuado.

Lo que es, en cambio, irreversible es la destrucción del patrimonio. Hay que ser insensible para no percibirlo. No se han aceptado las sugerencias de los ciudadanos, ni las que desde una leal oposición tratábamos de aportar, con las miras puestas en el bien de la ciudad por encima de partidismos. Pero la historia no les va a perdonar esta torpe actuación, que hace oídos sordos al clamor popular. Les pasará factura tarde o temprano. Porque nadie desea vivir en lugares anónimos, asépticos, sin señas de identidad. Y ahora, este barrio ya no podrá identificarse como del puente de San Francisco; habrá que actualizar su denominación por la mucho más moderna de Barrio de la Glorieta nº 13... por poner un ejemplo. ¡Qué lástima!