El puente de la Constitución y la Inmaculada es, junto a la Semana Santa, el momento culmen del turismo rural en Extremadura. Ésta es una época tradicionalmente de escapadas de interior, donde se busca patrimonio, naturaleza, gastronomía y tradiciones.

Para los turistas que disfrutan con este tipo de viajes, la provincia de Cáceres es un destino muy interesante. Así lo demuestran las cifras. Según los datos de la Asociación de Turismo Rural de Extremadura (Fextur), las habitaciones de alojamentos rurales se llenarán entre un 85 y 87% este puente, asegura su presidente Victoria Bazaga, aunque «hay mucho territorio que está al 100% como el Jerte, la Vera, el Ambroz y el entorno de Cáceres».

Los viajeros son bien recibidos, sobre todo en las áreas rurales; sin embargo, la llegada de turistas puede tener un impacto negativo en el medio ambiente.

Para reducir estas consecuencias, el Clúster de Turismo de Extremadura puso en marcha una aplicación para medir la huella de carbono de los establecimientos turísticos rurales, así como un catálogo de alojamientos bajos en emisiones de CO2, ésos que agudizan el calentamiento global. De los once establecimientos que actualmente figuran dentro del proyecto Huella Rural CO2, diez están en la provincia de Cáceres. Para Victoria Bazaga, es lógico esta distribución, ya que «el 75% de los alojamientos de Extremadura está en Cáceres».

El objetivo del proyecto es doble, por un lado mejorar la sostenibilidad del turismo en la región y, por otro, aumentar la competitividad y la diferenciación de los establecimientos.

Eso es lo que hizo, por ejemplo, Fermín Abella con el Sosiego en Villamiel, «nosotros desde el principio intentamos ser lo más sostenibles posible, primero por concienciación y luego, porque es un elemento diferenciador». En su establecimiento, con capacidad para veintidós personas, la cobertura de los techos es vegetal y han mejorado el aislamiento de paredes y cerramientos. Además, «toda la energía es solar y la calefacción, en un 80%, de pellets», asegura. Abella reconoce que «hay que hacer una inversión», pero en su opinión merece la pena, por el ahorro que le ha supuesto en gastos.

Victoria Bazaga considera que, si no hay más alojamientos adscritos al proyecto es porque «no todo el mundo puede afrontar» el coste que supone hacer las mejoras necesarias para reducir la huella de carbono, «aunque los propietarios son sensibles con este tema».

El rincón del Jerte, un establecimiento en Rebollar, ha logrado la certificación de alojamiento rural bajo en CO2. Su dueña, Silvia Nieto, asegura que «desde el principio, quisimos reducir el impacto de nuestro alojamiento y cuidar el entorno donde estamos». Energías limpias, ahorro energético y reciclaje están en la base de su filosofía.

Rubén González, de la Posada del Casar, en Casar de Palomero, tiene una historia parecida. Concienciado con el medio ambiente, se propuso reducir la huella de CO2 de su alojamiento, «intentamos poner nuestro granito de arena».

Ser un establecimiento bajo en emisiones de CO2 tiene su público, «cada vez más, sobre todo, entre extranjeros», asegura Silvia Nieto. Aunque «hay españoles que se dan cuenta, lo valoran y te lo dicen», afirma Rubén González. Fermín Abella comparte este sentimiento, «es una ventaja mantener el mundo rural».

Los tres establecimientos, además de las mejoras en la edificación, tienen cocinas «kilómetro 0». Esto significa que en restauración, ofrecen productos de proximidad y temporada, por lo que tienen un impacto bajo en CO2; además de promocionar los productos locales y favorecer su venta entre los clientes de sus establecimientos. En definitiva, una puesta en valor del entorno rural.

Y es que, como asegura Victoria Bazaga, «lo que más destacan los turistas de Extremadura es su autenticidad y ser auténtico es ser sostenible».