Jesús Flores no se ha alejado en toda su vida de la mina. Cada día acude a una pequeña explotación ganadera, cedida por Unión Española de Explosivos, a pocos metros de algunos pozos de la antigua planta de fosfatos de Aldea Moret. Allí "nos dejamos el pellejo", asegura. Valentín Muñoz y Manuel Barriga conocen el lugar y hacen de guías. "Estás más viejo", espeta Muñoz a Jesús Flores. Los tres amigos se saludan con afecto.

El breve reencuentro de los tres mineros que propicia EL PERIODICO el martes en esta finca, con motivo del homenaje que les brindarán los vecinos del barrio de Santa Bárbara el domingo, despierta enseguida sus recuerdos. "Entré en la mina de forma provisional con 17 años después de morir mi padre, también minero, porque nos quitaban la casa", cuenta Flores.

13,25 pesetas al día

Los tres son, junto a otros siete mineros, el último reducto vivo en Cáceres de las minas de Unión Española de Explosivos. Flores trabajó en las minas durante doce años, hasta el cierre del pozo en 1957. La Abundancia se clausuró en 1960. Jesús Flores, de 78 años, es de los tres el único que nació en Las Minas.

"Era entibador, pero hice también de barrenero, limpiaba calderas... de todo. Nos pagaban 13,25 pesetas por siete horas al día. Empezábamos a las siete de la mañana y parábamos a las dos de la tarde. Era poco dinero y no te podías descuidar porque te quitaban la talega", explica. "¿Vosotros usasteis los zapatos de madera?", pregunta a sus compañeros. Un calzado especial para trabajar en la mina, duro e incómodo. Recuerda que todavía guarda algunos aperos de entonces. Desaparece en la casa y regresa con su antiguo gorro de minero pintado por sus nietos, unas muletas de madera que entregaban a los accidentados y hasta un viejo fusil con el que hizo alguna guardia en la propia mina.

Valentín Muñoz, de 77 años, y Manuel Barriga, de 75 y nacido en Malpartida, fueron vagoneros. Empujaban cada día las vagonetas transportadoras de la fosforita. Por la tarde, "trabajamos en las canteras de cal para sacar un poco más de dinero. Eran años duros, de mucha hambre", repasa Muñoz, que nació y se estrenó en la Abundancia con 19 años.

Manuel Barriga empezó con 17 años. El y Valentín Muñoz dejaron la mina en 1956 y se pasaron a los "hornos de pirita", como ellos dicen, donde se fabricaban abonos. "Un día entré en la fosa del horno, por Quintín que estaba enfermo. Allí se te caía hasta la baba. Era criminal", recuerda Muñoz sin nostalgia.

"¿Has visto lo de los bomberos?", inquiere Flores a Muñoz recordando la reciente huelga de hambre para reivindicar mejoras laborales. "Hombre, se han pasado", responde. "Pero igual estábamos nosotros. Nos daban los trajes que desechaban en la mili y las condiciones eran muy malas, pero mucha culpa teníamos nosotros por la ignorancia", critica Flores.

Muñoz y Barriga probaron suerte en Alemania. Pidieron una excedencia en la fábrica y se marcharon a principios de los 60. Valentín Muñoz encontró un empleo en los ferrocarriles y regresó a los tres años para trabajar de peón y ferretero en Sobrinos de Gabino Díez hasta su jubilación. Manuel Barriga cargó sacos de nitratos en Alemania. "Nos partíamos el lomo", rememora. En 1967 volvió a Cáceres y a la fábrica de abonos hasta que se colocó como revisor municipal de contadores de agua.

Compañeros muertos

¿Cómo recuerdan el trabajo en la mina? "Duro, muy duro", contestan casi al unísono. "Excepto para los enchufados", añade Jesús Flores. "En el 52, murieron El Chorro y El Feli", menciona Valentín Muñoz. "Se les vino el techo encima. Yo cogí a uno --añade Jesús Flores--. En el juicio, no me dejaron ni declarar porque decían que yo no había visto nada. Al padre, lo colocaron en los vestuarios para no pagarle una indemnización. Es que la mutua de accidentes era de la misma compañía que explotaba la mina". "Y en el 53, también cayó El Burgo , ¿os acordáis?", señala Muñoz. "Aquí se murieron muchos y ninguno de silicosis. Todo era manual y se cometieron muchos errores; nos explotaban", concluye Flores, que es el único que está jubilado por silicosis.

"No queda ni un recuerdo bueno. Todo era malo", asegura Barriga. Aún así, agradecen el homenaje, pero lamentan que otros "muchos pobres" que pasaron por lo mismo ya no puedan recibirlo.