La chatarra es uno de los negocios especialmente activados por la crisis, no porque ahora haya más metales de desecho, al contrario, hay menos debido al descenso de la construcción, sino porque ha aumentado el número de personas que los recogen donde pueden. Además, las propias empresas se cuidan bastante de amontonar la chatarra que generan para venderla directamente y sacar un beneficio, en lugar de dejarla en manos de terceros.

Así lo explican Valentín y Antonio Guerra Municio, propietarios de Soluciones Extremeñas de Recuperación, un negocio próximo a Sierra de Fuentes que atraviesa un momento dulce con 17 empleados que procesan 100 toneladas diarias de chatarra, recogida en un radio de 150 kilómetros (prácticamente todos los pueblos cacereños) con cinco camiones propios. Además, la firma está en pleno proceso de mejora de maquinaria e infraestructura, y ha abierto una nueva división dedicada al desguace de vehículos en Trujillo. "Llevamos toda la vida en el negocio, nuestro padre era muy conocido como el Trapero , iba con un burro, y esa imagen es nuestro logotipo", explica Antonio.

La chatarra alcanzó su mejor precio antes de la crisis, cuando la construcción estaba en auge. La empresa Soluciones Extremeñas de Recuperación llegó a pagar 300 euros por tonelada recibida. Ahora ha descendido a 200 euros, pero el número de proveedores aumenta. "Hay personas que están desocupadas y se dedican a buscar metal. Cuando reúnen una buena cantidad, nos llaman y lo recogemos. Tenemos 500 suministradores de este tipo", detalla Valentín. "Después contamos con unas 2.000 empresas de fontanería, electricidad, carpintería metálica y otras --prosigue--, donde incluso tenemos contenedores".

Cuando la chatarra llega a la planta, se fragmenta, se compacta a modo de grandes paquetes y se envía a las fundiciones de Barcelona, Bilbao, Madrid y otros puntos. El negocio tiene tan buenas perspectivas que los hijos de los dueños ya están embarcados para darle continuidad.