Ha terminado el concierto. Rafa Sánchez, voz e icono de La Unión, no para de hacerse fotografías con los espectadores que han disfrutado del ritmo discotequero de la banda madrileña en el pub Barroco, en la Madrila baja. "¡Como para no estar bien!", responde el cantante cuando le preguntan por su estado de forma a punto de cumplir los 50 años. La camiseta, ajustada, exhibe el logo de la gira Big Band Tour 1.1 con la que hizo parada el sábado en Cáceres. Ese cuerpo acumula muchas horas de gimnasio.

Al son de clásicos como la inolvidable Maracaibo o la sugerente Sildavia , La Unión ha puesto patas arriba el local de la plaza de Albatros. Da igual quién baile. Los hay por encima de los 40, también más jóvenes, pero nadie, nadie deja de moverse. El milagro de la música que nunca muere. "Si un día he de morir, que sea aquí donde yo nací, que sea aquí en Maracaibo...", sueña Rafa Sánchez recordando el edén en esta ciudad de Venezuela rodeada de agua. El ya tiene uno seguro fuera del escenario, en una casa de campo a la que se fue a vivir para ver crecer los árboles. Cosas de la edad.

Pero la música sigue siendo su vida. Solo con verle moverse, brazos arriba y abajo, el icono de la banda confirma que sigue muy vivo. Mario Martínez (guitarra) y Luis Bolín (bajo) le arropan. La Unión no tiene secretos, solo el ritmo de los sonidos pregrabados que convierten el show en discoteca. Hacen falta fórmulas para que el público suelte tensión, se relaje y disfrute. En Barroco, aunque no estuviera a tope, lo consiguieron de sobra.

A Rafa Sánchez no dejan de abrazarle. Se acercan ellos y ellas. El no para de hablarles. Es un tipo cercano. Pelo teñido con mechas rubias y pantalón ceñido, cuando vuelva a Cáceres tendrá una legión esperándole. Porque La Unión, por encima de todo, demuestra que la música que se adapta a los nuevos tiempos nunca muere. Los clásicos que hacen bailar nunca fallan. Y lo saben muy bien.