Colón tiene un cierto aire de barrio francés, con sus fruterías que exhiben frutas y verduras en la calle, sus tabernas, sus terrazas donde se sirven cafés a media tarde y pinchos con cerveza al anochecer. Hay varias librerías, barberías, talleres de coches... Su comercio de proximidad, sus pisos para estudiantes, su recoleta plaza de los Conquistadores lo convierten en una seña de identidad del centro de Cáceres. Pero ahora, esa imagen romántica parece estar en peligro de extinción.

Los vecinos han estallado. Están indignados por el deterioro que, a su juicio, atraviesa el barrio. Opinan que la «decadencia» es cada vez mayor y no ven «ningún tipo de interés por parte del ayuntamiento para buscar soluciones». Las calles se han visto dominadas por las pintadas callejeras que consideran que «dan una mala imagen», tanto que un vecino se mostraba ayer sorprendido al toparse con una pared blanca de arriba abajo, limpia de carteles y grafitis, algo absolutamente inusual en el barrio.

«La Caixa se fue y nos hizo polvo a todos», recalcan los afectados como una de las razones del retroceso. El local está ahora lleno de pintadas y suciedad y los residentes lamentan la situación. Pero la gota que ha colmado el vaso para denunciar el desgaste del barrio se produjo ayer, cuando durante casi un día un colchón, un palé, desperdicios de comida y puertas viejas de madera se apilaban junto a los contenedores de basura. Todo esto fascinó a los animales e insectos que decidieron habitar allí durante todo el tiempo que se les permitiese.

Los comerciantes explotaron. «Así no puedo trabajar en paz», aseguraba la propietaria de uno de los comercios más tradicionales de esta zona, situada en pleno centro de la ciudad. Ella misma declara haber visto ya a demasiadas personas intentar emprender y mantener sus negocios en esa zona y planteaba que la causa de los continuos fracasos de estos comercios se encuentra en los arrendatarios de los mismos, propietarios desde hace décadas que muestran un continuo desinterés por el cuidado de estos, y que por lo tanto, su indiferencia repercute, además de al mal futuro del negocio, al pésimo estado en el que se encuentra la calle. El comerciante más novel confiesa haber dudado emprender en la zona. Los vecinos retratan el Colón de hoy como un barrio de tráfico caótico, contrario a lo que debiera ser, y a lo que ha sido años atrás, un lugar acogedor, más habitable y sostenible con el medio ambiente.