Pizarro no descansa. Los vecinos aseguran que llevan años sin volver a pegar ojo, al menos hasta que el ambiente decae en la calle y se marchan los últimos grupos pasadas las tres, las cuatro de la madrugada... Desde hace unos seis años esta clásica zona de copas ha vuelto a coger fuerza, con locales llenos y un trasiego continuo en el exterior como en sus primeros tiempos, allá por los años noventa. Los residentes de esta y otras calles incluidas en la movida nocturna, como Sergio Sánchez, Donoso Cortés o Fuente Nueva, se asociaron en 2016 para poner freno a una situación que consideran insoportable, pero lamentan que a día de hoy todavía no han recibido ninguna respuesta efectiva del ayuntamiento ni de la propia Policía Local.

«Mi casa da hacia Sergio Sánchez y Donoso Cortés. Llegadas ciertas horas de la noche ni siquiera puedo escuchar una película en mi propia televisión, imagina para dormir...», explica María Josefa Bargón, presidenta del colectivo, que ya ha llamado a todas las puertas posibles sin lograr ninguna solución eficaz. «Nosotros no pedimos nada excepcional, solo que se cumpla la ley, que las autoridades y la policía actúen cuando deben hacerlo porque se están infringiendo las normas. Se bebe en la calle, las puertas de los locales están abiertas... y eso no cambia», denuncia.

Pizarro alcanzó tal vorágine que era prácticamente imposible pasar con un vehículo por esta calle cualquier viernes o sábado. La Ley de Convivencia y Ocio de Extremadura puso freno a la movida cacereña en 2003. Además de acabar con el botellón, también prohibió beber en las puertas de los locales. Luego la crisis asestó un duro golpe y la zona decayó, pero la unión de los hosteleros volvió a revivirla desde 2012. «En invierno, si tienes cerramientos adecuados, es un poco más soportable, pero cuando llega el buen tiempo resulta imposible conciliar el sueño, es horrible. Salvo los lunes, todos los días hay gente en los bares, bebiendo en la calle, hablando, gritando...», explica Josefa Bargón. Por ello, la asociación vecinal se refundó hace dos años con el tema del ruido como principal inquietud. «Solo queremos defender el derecho al descanso», afirma.

Una noche en la zona de Pizarro resulta complicada para los vecinos. Son vías estrechas donde el ruido se multiplica, «especialmente desde que la ley antitabaco hizo que todo el mundo saliera de nuevo a la calle a fumar, acompañados de más personas, con la copa en la mano. Luego entran a por otra, la música de los locales suena en todos lados, las conversaciones van subiendo de tono conforme las copas se van acumulando...», relata Josefa. «Hay veces que los bares ya están cerrados y grupos muy numerosos se quedan bebiendo en la calle con los vasos de plástico, son las cuatro y siguen ahí».

PRINCIPAL CENTRO DE COPAS / De hecho, los trece bares que funcionan en estos momentos en la zona forman el principal espacio de copas de Cáceres, el más concurrido. «Prácticamente todos tienen licencia especial desde los últimos tiempos de la alcaldía de Saponi, lo que les permite abrir más tiempo, cuando son pequeños locales, algunos minúsculos, que hoy no se adaptarían a la normativa», critica la directiva vecinal. Los residentes no entienden que «se mire para otro lado» cuando se están infringiendo las normas de convivencia, y tampoco comprenden las continuas ampliaciones de horarios que se conceden con motivo de distintas fechas, fiestas «y cualquier evento que se organiza».

Desde la directiva vecinal consideran que en el ayuntamiento hay «buenos interlocutores, personas accesibles con las que se puede hablar, nos escuchan, pero luego no vemos ningún resultado». También existe malestar con la falta de acción de la Policía Local. «Alegan que no pueden intervenir porque hay tanta gente en la calle que necesitarían muchísimos efectivos, ya nos lo han dicho en más de una ocasión. Pasan en el coche patrulla despacio pero nunca les vemos parar. Nos dicen que no intervienen en los gritos de la gente porque habría que medir los decibelios. Pero es su cometido. Las normativas se hacen para cumplirlas», sostiene la presidenta.

Los vecinos están «hartos», «personalmente yo también estoy cansada de esta situación, de no verle ninguna salida», reconoce Josefa Bargón. Afirma que se han cursado diversas denuncias, que la policía ha realizado mediciones en algunas casas pero no ven que haya consecuencias. «No hemos llegado nunca a saber cómo están esos expedientes», señala.

Tampoco parece fácil buscar un consenso con los hosteleros. Según los residentes, «con los bares no se puede hablar porque ellos miran por su negocio y ha habido actitudes que lo han hecho imposible». Les piden «un mínimo sentido de la convivencia», porque «a nadie le puede dar igual tener a 300 personas en la calle con la copa en la mano impidiendo dormir al resto». «Ellos no residen aquí, por tanto ven el barrio como un decorado y no se plantean que tengamos un problema serio», lamenta la presidenta.

MESA DEL RUIDO / La directiva confiesa que le quedan pocos recursos que pulsar. Confían, eso sí, en poder acudir a la próxima Mesa del Ruido, a cuyo estreno no asistieron los vecinos de la zona de Pizarro porque el correo electrónico nunca le llegó a su presidenta, quien considera que quizás haya que utilizar otras formas más seguras de contacto para próximas convocatorias, como una simple llamada de teléfono. «Nos hubiera gustado participar porque llevamos años luchando por encontrar una solución», insiste.

Mientras tanto, los vecinos son conscientes de que los precios de sus viviendas, en pleno centro urbano y en la antesala del casco histórico, se están depreciando. Una lástima, porque hace nueve años se introdujo nuevo pavimento de granito tras una larga obra de meses, y en su epicentro se sitúa por ejemplo el Centro de Artes Visuales Helga de Alvear, único en el mundo por sus fondos de arte contemporáneo, que además se está ampliando con un proyecto de vanguardia.

Los vecinos, cada vez más desesperanzados, esperan que se cumpla la normativa. «Esos bares llevan ahí muchos años, yo misma me vine a vivir a la zona cuando ya estaban en marcha, pero la situación comenzó a complicarse, la gente empezó a salir a la calle a fumar y ahora es insostenible. Yo misma me levanto a trabajar a las 7.30 y muchos días no cierro los ojos hasta las 4.00. Lo único que pedimos es que se apliquen las leyes, que todos podamos vivir», concluye la presidenta.