Este invierno, hay alrededor de veinte personas que viven y duermen en la calle en Cáceres. Con temperaturas que rozan los cero grados y, durante el día, no han llegado a los diez, los sin techo ocupan parques, cajeros o rincones en las aceras. Para atenderles, Cruz Roja activó el pasado día 1 de diciembre el programa Ola de frío. Una furgoneta comienza de lunes a viernes una ruta en busca de estas personas, para ofrecerles una bebida caliente, fundamentalmente sopa o café, y magdalenas. La coordinadora del programa es Tamara Pérez López, que precisa que cada día, «antes de salir, se llama a Cáritas para saber si hay plazas en el albergue», para luego ofrecérselas a los sin techo. Como apunta Tamara Pérez, «nunca se obliga, se respeta la decisión» que tomen estas personas. La mayoría rechaza acudir al albergue, porque «la alternativa no es duradera, es sólo para unos días, y no quieren abandonar su carrito, su resguardo, porque es su pequeño tesoro y prefieren quedarse en la calle que perder sus cosas por miedo a que se las roben», explica la coordinadora de Ola de frío.

Aunque no se ha establecido un perfil concreto en el caso de Cáceres, entre las personas que viven en la calle, hay más hombres que mujeres, con edades comprendidas entre los cuarenta y los sesenta años, que viven habitualmente en la ciudad. Este año, no hay nadie de paso, personas sin hogar que vagan de un lugar a otro. En el caso cacereño, la población es bastante estable y los voluntarios que les atienden les conocen bien.

EN LA CALLE/ Los motivos por los que alguien acaba en la calle, son diversos. «Antiguamente se tenía la percepción de que el alcoholismo o las drogas les conducían a esa situación», cuenta Tamara Pérez, «no digo que ahora alguno no pueda beber, pero no creo que el deterioro de que estén en la calle sea por una adicción».

De hecho, la crisis económica está detrás de muchas de estas situaciones, explica la responsable de Ola de frío, aunque también puede haber enfermedades. Sin embargo, el denominador común, según Tamara Pérez, son «unas relaciones familiares muy deterioradas». Explica esta trabajadora social de profesión, «siempre se tira de alguien, un familiar, un amigo, un vecino», por lo que la calle, siempre es la última opción. Cuando se está sin techo, el camino ha debido ser largo y duro.

Sin embargo, Tamara Pérez destaca que «son gente muy luchadora», al menos las que ha conocido «porque estar en esas circunstancias te hacen muy fuerte».

DEMANDA/ El colectivo de las personas sin hogar se quejan de que no tienen acceso a los servicios sociales ni a la renta básica. Como aclara la responsable de Ola de frío, para acceder a estas prestaciones o a la atención de los técnicos municipales, es necesario estar empadronado, algo muy complicado si se vive en la calle. Para vencer este requisito, algunos ayuntamientos, según Tamara Pérez, ofrecen las dependencias municipales como ‘hogar’ de los sin techo, «porque una persona no se puede empadronar en un banco o en un cajero», para así poder ser atendidos por los servicios sociales y acceder, en el caso extremeño, a la renta básica. Pero esto no ocurre en Cáceres y estas personas sólo son atendidas por los voluntarios de Cruz Roja.

En el resto de la región, la situación es similar. Como informó este periódico el pasado 16 de diciembre, en Extremadura viven en la calle casi un centenar de personas, de las que alrededor de veinte lo hacen en Cáceres. Para profesionales de los servicios sociales como Tamara Pérez, que viene de trabajar en Madrid, es un cifra muy pequeña, aunque no deja de ser una dura realidad.

Casi treinta voluntarios de Cruz Roja participan en el proyecto Ola de frío, «es nuestro programa estrella de voluntariado», asegura Tamara Pérez. El motivo, «el resultado es inmediato», asegura, ya que se puede ver el efecto de la implicación del voluntario en la persona a la que atienden y lo que reconforta, en esa situación, una charla y una bebida caliente. Pérez aclara que no es apoyo psicosocial, «pero saben que cada noche alguien del equipo va a ir a verles, que está pendiente de ellos, de que no les ha pasado nada, es tranquilizador para ellos».

Con edades comprendidas entre los veinte y los sesenta y cinco, los voluntarios de Cruz Roja se dividen en equipos mixtos de hombres y mujeres, porque hay personas a las que les cuesta más hablar con una persona de un género u otro. También el perfil profesional es variado, desde trabajadores sociales, a voluntarios de otros proyectos que, estos días de más frío, hasta finales de marzo, se ofrecen para ayudar.