Tras los resultados de las elecciones locales del Partido Socialista, celebradas el pasado jueves, hemos escuchado dos tipos de reacciones. La de la vencedora, Emilia Guijarro, entra dentro de lo rutinario en estos casos. Ofrece campo a todos, unidad (siempre son posibles los milagros) y trabajo. La de la perdedora es por una parte la normal y por otra inusitada. Carmen Heras hace la lectura de la derrota, saca la consecuencia de que ha sido desautorizada y se plantea dimitir. A eso se le llama coherencia. Pero después vienen los truenos. Mafias, aprovechamientos de instituciones, intervención de gentes que no pertenecen a la local, etcétera.

¿Puede influir eso en su decisión? Porque si echa cuentas le salen. Tantos por presiones de una consejería no llamada al caso, tantos por la influencia de una institución que debió mantenerse al margen, tantos por familiaridad, tantos por sentirse marginados, tantos para demostrar que aún tienen poder... Total que la cosa no es tan grave. A no ser que todos esos supuestos hayan servido de banderín de enganche para aunar a los descontentos con su gestión.

La decisión de abandonar la concejalía en el ayuntamiento cacereño puede suponer un golpe demasiado duro para el partido. Quizás hiciera replantearse su situación a algunos que obtuvieron el mismo puesto por afinidad, amistad o petición de ella. De ahí que la solución deba contar con los órganos del partido. A no ser que se esté dispuesto a romper la baraja y abandonarlo todo, lo que no parece el caso. Tranquilidad. Porque, como todos los acontecimientos políticos, también éste tendrá consecuencias, y dado que en política se juega a largo plazo, hasta dentro de unos meses no sabremos a ciencia cierta cuáles han sido. Pero las habrá, seguro. Y de paso nos enteraremos de si es necesario que la secretaría local del PSOE vaya o no unida a la candidatura de este partido para la alcaldía.