Caen cuatro gotas y en Cáceres aparece el caos. Primero dejan de funcionar los semáforos, claro que para que se estropeen sólo es necesario que se orine un perro en sus alrededores, y el tráfico es un desastre mucho mayor que cualquier día soleado aunque parezca imposible. Porque un día normal hay muchos coches y peatones, pero si llueve lo que casi no hay son peatones.

Muchos pasos de peatones están ubicados en el lugar exacto en el que se detiene el agua y suelen estar hechos de manera que sirvan de retén y originen un pantano. Las calles se convierten en el Amazonas. No sabemos si es que no hay alcantarillas, si las hay pero están sucias, si no son suficientes o si están mal situadas, porque con frecuencia el agua se acumula a unos metros de la alcantarilla pero no llega a ella.

¿Y qué me dicen de las baldosas que están esperándote traidoramente para soltarte un chorro de agua nada mas rozarlas?. Cómo será la cosa que la Universidad Popular va a organizar un curso sobre los recursos hídricos de la ciudad tomando como ejemplo el depósito que tiene ante su sede. Porque eso no es un charco. Es el Océano Pacífico.

Pero hay que mirar el lado positivo. ¿Y el dinero que te ahorras?. Ya no es necesario que vayas a Venecia si quieres ver una ciudad situada en una laguna. Y con el agua limpia. Eso sí, puesto que somos unos pobrecitos este espectáculo sólo dura unos días y no se puede exprimir como aliciente turístico. Claro que la culpa no es de la actual corporación municipal, faltaría mas. La culpa es de los romanos (con perdón de Tuda) y de los árabes (que ya lo dijo Aznar). ¿Pero a quién se le ocurre levantar un poblacho en una colina con mas cuestas que el Naranco teniendo al ladito los Llanos de Cáceres?