La necesidad de salir de Cáceres durante el verano es reciente. Antes se veraneaba en el paseo de Cánovas, sentados en un banco, con un abanico en una mano y el pañuelo húmedo de sudor en la otra. Muchos días te acompañaban los ´Gurriatos´, que hay que ver lo que animaban. Se veraneaba en la puerta de casa. Sentados en el suelo o en sillas bajas de enea en asamblea vecinal a la que concurría toda la familia con el botijo a la mano. Los chiquillos jugando a tirable y a las prendas. Bueno, y a los médicos.

Ahora es imprescindible ir a la playa a pasarlo lo peor posible. Recorrer cientos de kilómetros para rebozarse de arena, ser salpicado por cientos de niños, disponerse a ser picado por insectos varios, pasar la noche oyendo la música de una verbena, tomar un helado después de cenar mientras recorres por enésima vez el paseo marítimo.

Que "en agosto no hay nadie" no es verdad. Queda Juanvic. Tampoco falta Rosa, cada día más apetecible y lejana. Queda el alcalde accidental porque José María Saponi se va al sur. Parece mentira que el presidente de la Ong ´CATOVI, Cacereños de Toda la Vida´, nos dé tan mal ejemplo. Menos mal que también se queda Franquete para guardar las esencias de nuestra pequeña patria.