El curso escolar llega a su fin. Dentro de pocas horas, los pasillos del instituto quedarán vacíos y silenciosos, con algún ruido proveniente de las inevitables reparaciones del verano y con algunas colas en la secretaría para la matrícula del próximo curso. Es una de las peculiaridades de la enseñanza, sin haber cerrado un curso ya estás abriendo otro. Este paréntesis lectivo trae consigo no pocas consecuencias para usted y para mí. De entrada, usted lo notará en el tráfico; comprobará cómo baja la intensidad en las horas punta. Ya no encontrará ni autobuses de transporte escolar ni padres nerviosos por la duración de los semáforos. Esta pequeña ventaja, sin embargo, se verá empañada por algunos inconvenientes, sobre todo si trabajan padre y madre, ¿qué hacer con los niños el mes de julio? En estos días, andamos todos a la caza y captura de los campus, los cursos de verano y otras actividades estivales que nos permitan cumplir un horario laboral normal y que mantengan a nuestros hijos con la suficiente actividad para que las vacaciones no se les hagan demasiado largas. Así, si usted ha optado por la escuelas municipales, habrá sufrido con las colas en el Serrano Macayo; si, en cambio, se ha decidido por cursos de verano en algún club de la ciudad, estará intentando ponerse de acuerdo con otros padres para organizar viajes de ida y vuelta; si, finalmente, ha elegido algún campamento fuera de Cáceres, los preparativos del viaje le ocuparán buena parte de su tiempo. No sé qué pensará usted, pero yo creo que el necesario descanso de los chicos altera en buena medida la rutina que nos ha mantenido ocupados durante los últimos diez meses. Aunque fuera con un horario muy denso, nos habíamos acostumbrado a la secuencia diaria y, casi sin darnos cuenta, agradecíamos que no hubiera cambios que alteraran esa rutina. Ahora, de repente, hay que reorganizar el horario, aunque sea para unos pocos días, y ese reajuste es un pequeño inconveniente. Por eso, si hay algún amigo o conocido que le aconseja alguna actividad en particular porque la cree muy beneficiosa para los chicos, hágale caso, e inscriba a su hijo. Y si además tiene la suerte de coincidir allí con amigos o compañeros de clase, tanto mejor, porque esa será la garantía de que el chico vuelva cansado y feliz a casa todos los días. Y eso, amigo mío, no tiene precio.